Rioja y Cameros Viejo
Cada día, con las velas desplegadas de la nave Argo, nos echamos al mar y nos enfrentamos a vientos y a tempestades para llegar a la orilla o para ser distintos de como éramos al partir, superamos la línea de sombra y cruzamos nuestro umbral.
Umbral como salida, salida como salir, como dejarse llevar. Como salir al encuentro de lo que nos sucede. Las puertas existen sobre todo para ser abiertas, para acoger y dejar que entren la luz, el viento, los demás.
Andrea Marcolongo, La medida de los Héroes.
2 de Agosto 2025. Najera - Ezcaray
Es cruzar un umbral a otra dimensión. Sales por la puerta con la bici y las alforjas y te metes en otra realidad. Ayer estabas con tu vida rutinaria y hoy comienza otra en la que te vas a pasar la mitad del dia en el exterior y dando pedales. Esta otra rutina es anual, la habitual: encuentro, viaje y primera etapa.
Este año vamos con los alojamientos reservados, en cama y bajo techo. El tener menos incertidumbre me da cierta tranquilidad. Cada vez que terminemos la etapa no tendremos que buscarnos la vida para dormir, no habrá negativas en campings repletos; ni búsqueda al final de la jornada, cansados, de un lugar a la intemperie; un frontón, o una ermita con soportal donde pasar la noche. El caso es que ni siquiera me preocupa si lo llevo todo y encaro este primer día como si saliera a dar una vuelta con la bici alrededor de casa. También llevo mi coche ante la posible eventualidad de regresar antes; mi cuñado está en el hospital. Eso también contribuye, me quita presión.
Aparcamos en el hostal de Najera donde pasaremos la última etapa del viaje y comenzamos a pedalear. Es un día caluroso, pero no demasiado, no lo que tenemos en Madrid. No sufrimos en exceso, el trayecto hasta Santo Domingo de la Calzada es casi sin desnivel. Rodeados de vides quemamos kilómetros a buen ritmo y casi diría que placenteramente. Aquí y allá nos encontramos con peregrinos del Camino de Santiago. Me resulta extraño encontrarlos a estas horas bajo el sol. Es tarde para ellos, pero hay gente para todo. Hace unos años, creo recordar, que todos madrugaban para terminar la etapa antes de comer. Es lo que me echaba para atrás de hacerlo andando, los tremendos madrugones para hacerte 20 kms durante la mañana. La bici siempre me pareció mas adecuada, mas flexible aunque te perdieras parte de la interacción con la gente.
En Azofra paramos en el primer bar que se cruza en nuestro camino. Inevitable, puesto que se encuentra en la calle principal que atraviesa el pueblo. Orientado a peregrinos y con una terraza en la plaza sombreada, que nos viene de perlas. Buenos platos combinados y cerveza fresca (Bar Sevilla). No estamos cansados y tenemos ganas de charlar, de echar de menos a los dos elementos que este año no han podido venir. Comprendo a Toni, con varias lesiones encima, pero creo que el siente que si viene bien, lo disfruta; y si no viene, pues también bien, va a estar bien haciendo otras cosas. Sabemos que en estas paradas, en los bares, le echaremos en falta. Y Julio…. es, después de tantos años, el primero que se pierde una. No sé como se sentirá. A el le echaremos en falta por su charla interminable que te lleva casi sin querer a consumir kilómetros sin tener noción del tiempo. Bueno, los puertos nos callan a todos.
Tardamos poco en llegar a nuestra primera parada oficial, Santo Domingo de la Calzada. Paseamos por el pueblo a la hora de la siesta, con las calles casi desiertas y los bares recogiendo los bartulos de la comida. El sol pica y nos hace ir buscando las sombras de los edificios, pero el aire es ligeramente fresco. Es una ciudad monumental, aunque la recorremos pronto. No es grande, y sin entrar en ningún sitio terminamos pronto el recorrido.
Lo que nos queda es vía verde hasta nuestro destino final de hoy. Según salimos de Santo Domingo, desanima un poco la recta sin fin y sin resguardo posible en medio de viñedos y campos de cereal, desprotegidos del sol de la tarde. Poco a poco, vamos ganando un poco de altura a medida que nos acercamos a Ezcaray y el terreno empieza a ser mas amable, mas arbolado y verde, a la vez que nos vamos viendo rodeados de un paisaje mas agreste.
Ezcaray está lleno de gente, creo que son fiestas de algo, aunque presiento que este pueblo siempre tiene ambiente. En invierno por la nieve de la cercana estación de esquí y en verano por el fresquito y los bares. Nuestro albergue parece un Parador, Albergue Real Fabrica, pero con baños compartidos. Se trata de una antigua fabrica textil reconvertida en alojamiento y puede que así salvada de la ruina,. La entrada es impersonal y sin contacto, todo con códigos, pero lo encontramos súper confortable para lo que estamos acostumbrados.
Disfrutamos de un paseo por el pueblo y cena en el restaurante Lladito. Hasta esto lo traemos reservado. Cero aventura y deambular buscando sitio para cenar en un pueblo repleto de gente. Keko despliega su don y enseguida se hace con la cocinera encargada del bar, que nos trastoca toda la comanda inicial de un par de cosas por un menú degustación de lo mejor del restaurante. Todo estilo casero, sin complicaciones y súper rico.
Me había propuesto en esta ocasión no escribir mucho, para no correr el riesgo de repetirme por la acumulación de crónicas. Simplemente poner mas fotos que otra cosa, pero en esta primera etapa no me ha salido.
3 de Agosto de 2025. Ezcaray – Canales. 48 kms.
Enfrente del albergue hay un pequeño súper que abre pronto por lo que aprovechamos la cocina comunal y nos metemos un buen desayuno ciclista con huevos y tostadas. Este súper ha sido un buen hallazgo.
La salida de Ezcaray también es bonita, como la llegada. En ligera subida, pero placentera con un paisaje que acompaña y que nos hace disfrutar. Seguimos frescos, en platicas, análisis y confesiones. Todavía no hemos tenido tiempo de hartarnos de nosotros mismos.
Los primeros 8 kms son así, llevaderos. Poco a poco, el paisaje se empieza a abrir y empiezan las primeras rampas y zetas, desembocando en el alto de la Demanda. Grandes vistas que te despejan el alma y te hacen sentir vivo. Eso y el corazón desbocado que se va calmando después de la subida.
Los puertos de montaña destronan reyes. Son despojados de su trono a veces con revoluciones silenciosas. Keko ha sufrido este ascenso y Víctor hace rato que ha tomado posesion y reina en la cumbre. Aunque los reinados siempre son efímeros, siempre aparece alguien deseoso de ocupar tu puesto. Los antiguos reyes son los más peligrosos, han saboreado el poder y no renuncian a el tan facilmente.
Pensamos que lo siguiente no será para tanto después del puerto, pero todo siempre es susceptible de empeorar. El calor y la pista de montaña que encaramos, primero en aparente llaneo y después en descenso, nos saca pronto de nuestro error. Vamos dejando la sierra de La Demanda teniendo la sierra de Neila enfrente, para ir sumergiéndonos en Cameros viejo. Pero no lo disfrutamos. Las piedras y el terreno suelto nos hacen brincar encima de la bici. Temo que esta etapa se convierta en un nuevo naufragio, como el del año pasado en nuestra primera etapa en Huesca, cuando terminamos desbaratados, en medio de la noche en una campa sin nada alrededor. No es una experiencia divertida con alforjas. Terminamos haciendo muchos tramos a pie, mayormente cuando la pista empieza a descender.
Vamos caninos y encargamos a nuestro sherpa particular que nos localice un sitio para comer algo. Víctor cumple y da con el único lugar con un poco de sombra que hay en la despejada ladera. Una pequeña mancha de hayedo que nos ofrece un poco de refugio. Incómodo, en cuesta y lleno de escombro vegetal, pero al abrigo del sol que amenaza con terminar con nuestras fuerzas y el poco ánimo que nos queda. Vamos cortos de agua, alguno sin nada. Es un poco surrealista estar bajo un haya en un terreno tan agreste y tan expuesto al sol, es como una ilusión en el desierto tal y como vamos.
El paisaje cambia casi repentinamente y aparecen los robles conforme perdemos altura. La pista todavía nos hace sufrir un rato, pero, llegados al llamado camino de la Soledad, torna en asfalto. Nunca pensé que me alegraría de encontrar asfalto en plena naturaleza. El camino nos deja en una carretera recién asfaltada, con sus lineas blancas haciendo fuerte contraste con el negro alquitrán, intacto y consistente. Es un gran alivio comparado con lo que acabamos de dejar.
En poco tiempo estamos en Canales. Atravesamos el pueblo por la carretera que lo cruza. Con cuidado, pues hay ambiente de gente alargando la sobremesa o empezando la tarde, según el caso. Todos a la puerta del bar, ocupando mesas a lo largo de la fachada o sentados en el murete que delimita la carretera.
Dejamos bártulos en el hostal Taberna de la Villa, cómodo, con bar, con habitaciones muy bien montadas. Unas cerves en el bar de la carretera, tratando de impregnarnos del ambiente del pueblo. La cena, pues como dice Keko, intentemos dejar nuestra pequeña impronta económica en todos los sitios que podamos. La hacemos en el bar La Plaza, que al final resulta ser del mismo que el de la carretera. Los monopolios también funcionan a pequeña escala.
4 de Agosto 2025. Canales-Villoslada. 51 kms.
Desayunamos en la puerta del hotel de lo que llevamos con un poco de frío, chaquetas puestas. El jamón que ha comprado Keko este año me parece superior, a pesar de lo que sufren los sobres en las alforjas por el calor. Según le vi sacar la bolsa donde lo traía pensé que se había pasado en cantidad. Y se lo dije. Y ahora, la verdad, llevamos un sobre por día o más, y como que no nos cansamos. A todos les debe parecer lo mismo, nadie se queja por la poca variedad del menú.
La carretera es preciosa, dibuja el contorno del embalse de Mansilla desde su cola, que va ganando atractivo según avanzamos. A estas horas todo es amable: la temperatura, el desnivel, la carretera sin coches, nosotros que vamos descansados y con el talante intacto. No ha habido todavía ningún repecho que nos tuerza el ánimo.
Llegamos a Venta Goyo, sitio emblemático de la zona según Google, y paramos a tomar un café. No podemos apartar la vista de como van sacando los diferentes pinchos de tortilla de cocina y los colocan en las vitrinas. Volvemos a desayunar, que remedio. Mientras, nos entretenemos viendo trabajar al camarero. Un fenómeno. Atiende a todo el público que va entrando, cada vez mas numeroso, sin parar de poner cafés y pinchos. El solo, atendiendo reservas por teléfono y, sorpresa, atendiendo el surtidor de gasolina anejo al local. Hay un cartel solicitando camarero, aunque no se para que. Por si se pone malo el que hay supongo. Necesitarían dos o tres entonces. Los alrededores de la venta son un área recreativa a pie del rio Najerilla. La vista del rio invita al baño, aguas transparentes y corriente estimulante, de un verde fresco, esmeralda.
Continuamos dejando el rio Najerilla hacia el desfiladero del rio Urbion. Otra gozada de paisaje. La carretera sin apenas tráfico, serpentea suave siguiendo el curso del rio dejándonos en Viñegra de Abajo, pueblo muy bonito, arreglado y elegante. Repleto de casas de indianos que dejaron su legado en la zona con diferentes aportaciones al patrimonio del municipio, cada uno descritas en carteles en cada fachada.
No dejamos el desfiladero, con el rumor del agua acompañándonos, hasta el siguiente Viñegra, de Arriba, que es muy bonito también, menos arreglado, mas rural. Nos sentamos en el bar de la plaza a la puerta del ayuntamiento, y tras los pertinentes botellines protocolarios, les pedimos permiso para comer de lo nuestro. Puede parecer que le echamos morro, pero siempre nos dejamos un buen dinero en botellines y cafés. Bar El Peso, no aparece en Google.
Afrontamos el puerto de la jornada, puerto de Viñegra o Montenegro, después de comer, con calor y algunas herraduras durillas, pero lo culminamos con dignidad. Buenas vistas de nuevo desde esta altura.
Y ya nada, solo la bajada, que es de las buenas, de las que se disfruta por el paisaje cuando puedes levantar la vista de la carretera. Están limpiando los márgenes y pincho dos veces por todos los restos que van dejando los operarios tras de si. Cuando les sobrepasamos les saludo jovial, falsamente. En mi interior arde el resentimiento y les insulto mentalmente.
Ya en Villoslada, pueblo grandecito, tomamos posesión de nuestras habitaciones en el hostal Cascadas Puente Ra, humilde y económico, pero mas que suficiente para viajeros como nosotros. Visitamos la piscina, nos zambullimos en el ambiente del pueblo que parece estar casi todo aquí y la cena en un bar cerca del hostal, creo que bar-casino la Paz. Nos ceban, y todo bastante rico ( y económico).
Damos un paseo nocturno por el pueblo y este no nos parece especialmente bonito, quizás porque no aguanta la comparación con los que hemos visto en la jornada de hoy. Por cierto, el agua sabe rara aquí.
5 de Agosto 2025. Villoslada de Cameros – Soto de Cameros.
Desayuno en el hostal complementado con nuestras aportaciones y arrancamos. Mantenemos unos horarios muy decentes para esto del ciclismo. A las 9 ya estamos encima de la bici. Hoy empezamos a tomar conciencia del calor, promete apretarnos, que para eso es Agosto.
Las carreteras siguen sin estar muy transitadas. Poco después de dejar Villoslada enlazamos con la nacional 111, pero cambia poco el panorama si exceptuamos que por aquí pasa algún camión.
Nos entretenemos un rato en la presa de Pajares, están desaguando por el aliviadero y el ruido es ensordecedor.
Dejamos la nacional y encaramos el puerto de hoy, no muy duro aunque con alforjas no te libras de la sensación de que alguien tira de ti. El entorno, muy bonito y agradable, lo forman robles que poco a poco van dejando paso a pinos. Nos pasan varios ciclistas y en la cima nos reencontramos con uno que va ya de vuelta. Nacho, de unos 65 años, fibrado y equipado tope gama. Aún así nos cuenta que no se come la cabeza con el equipo y la bici. Menos mal, así a ojo yo creo que el tipo suma 5000 euros entre bici y vestuario. Cuenta que esta zona es un paraíso de la bici. Es y viene de Vitoria y regresa ahora para llegar antes de comer. Todo vitalidad, dice que ya le cuesta encontrar compañeros de aventura, pocos le siguen ya.
Pues solo nos resta dejarnos caer, la etapa de hoy no tiene más hitos. Damos un pequeño paseo por Laguna de Cameros y paramos a comer en San Roman de Cameros. Todos los pueblos tienen cierto aire melancólico, falta actividad, se respira un cierto dejar pasar el tiempo. Lo único que rompe la tranquilidad es la bocina de la furgoneta que llega con el pan.
Comemos de nuevo de lo que llevamos nosotros y de lo que nos provee el bar donde hemos parado. La camarera charla un rato con nosotros, nos cuenta que va alternando trabajos y actividades para poder permanecer en el pueblo. Es donde quiere estar, pero que a veces es difícil, casi todo tiene que ver con la actividad veraniega y en invierno todo esto se vacía. (el bar no aparece en Google)
Lo que nos queda de trayecto hasta Soto en Cameros es un suspiro, por un territorio mas despejado de lo que hemos traído últimamente, hay un cambio de color, ahora mas blanquecino. La ausencia de vegetación deja al descubierto el terreno calizo, que en combinación con el sol trastoca el paisaje en algo casi árido.
Después de sobrepasar una moderna presa que interrumpe el curso del rio Leza, alcanzamos Soto en Cameros, a esta hora desierto. No es difícil dar con el Albergue Las Huellas, esta a pie de carretera, pero a esta hora aparenta estar cerrado. Hemos avisado desde San Roman de nuestra llegada y el hostalero unicamente nos pide que no lleguemos muy tarde, que le gusta echarse la siesta. Hemos cumplido y apenas son las 5 de la tarde. Esta todo en penumbra, ya están recogiendo para hacer una pausa, pero antes Lalo nos muestra la habitación y nos guía por el albergue. Todo facilidades y acogedor.
Decidimos visitar una pequeña zona de baño habilitada en el pueblo, con una zona recreativa con césped y todo. La presa que hemos visto antes debe estar privando de caudal a esta pequeña poza, que seguro que ha vivido momentos mejores. Ahora esta cerca de de faltarle agua y convertirse en una zona cenagosa, aunque todavía es posible el baño. Dormitamos y nos calentamos al sol en el césped del área anexa. Nos llega cierto jolgorio del bar situado encima de donde estamos y subimos a ver que se cuece. El bar tiene mucha actividad y nos sentamos en una mesa en su terraza. Todo el mundo está jugando al mus y allá donde fueras haz lo que vieres. Hacemos un curso rápido para quien no sabe jugar y More se revela como un mirlo blanco del juego, tanto que dudo si no sabía jugar antes y nos está engañando a todos. Pero no, jura que es la primera vez que lo hace, simplemente se le dan bien este tipo de cosas.
Nos ponemos guapos en el albergue para bajar a cenar al bar del albergue. Parece que toda la gente que había en el otro bar se ha trasladado aquí, está lleno. No solo eso, la carretera esta literalmente ocupada de gente tomando botellines, al igual que habíamos visto en Canales. Nos fundimos con el ambiente y nos sentamos un rato en el quita-miedos de piedra que delimita la carretera.
Otro paseo nocturno para conocer el pueblo, que se recorre pronto, pero con mucho encanto. El rio lo atraviesa y todas las casas están garrapiñadas en su margen derecha.
6 de Agosto de 2025. Soto en Cameros – Lodosa. 49 kms.
Misma habitación y diferentes noches, dependiendo de si has dormido en la litera de arriba o abajo. Yo he pasado calor, pero al asomarme veo abajo a More tapado hasta los ojos.
Hacemos un desayuno simple en el albergue, que convertimos en completo gracias al jamón. Ha sido una inversión que nos ha rentado de sobra.
En el pueblo está la única panadería de toda la comarca. De echo, abre de 9 a 10, y después el panadero recorre la región con su furgoneta. Es el mismo que nos salvo la comida hace 2 etapas, dándonos una barra de pan que no sabia si le sobraba o no, pero como iba a dejarnos sin pan. Todo era de encargo. Hoy eso no es problema, tiene las estanterías llenas e interrumpe sus preparativos para salir a recorrer los pueblos y vendernos lo que necesitemos.
La salida de Soto es muy bonita. La carretera recorre el desfiladero formado por el rio Leza y echamos un rato de fotos y contemplación.
Después, huertas y vides hasta llegar a Ribafrecha. Avituallamos y seguimos sin mucho que destacar de todo el trayecto. Se nos hace un poco pestoso todo este territorio. Despejado, carretera con rectas infinitas, pueblos funcionales hechos a retales, sin estilo propio.
Paramos en Corera y después de ponernos de acuerdo con la camarera del bar Salmarrota sobre lo que es una caña (no la convencimos, pero conseguimos un tamaño aproximado después de mostrarnos una buena variedad de vasos) comemos allí mismo.
Salimos del pueblo en busca de un área recreativa que hemos visto en Google. Es un área un poco desvencijada, con un edificio en medio que fue lavadero y poca sombra. Intentamos acomodarnos, protegernos del sol y el calor debajo de los pocos arboles que hay, separados unos de otros y procuramos sestear un poco. Hoy hace calor de verdad y las moscas no nos dejan en paz durante el rato que estamos allí.
Vamos un poco agobiados por el calor. En Alcanadre nos metemos en la piscina del pueblo. Buenas instalaciones, pero More esta un poco agobiado por el ambiente. Es todo gente muy joven e inmigrante, jornaleros de los viñedos circundantes, con cierto aire macarrilla. Por supuesto nadie nos molesta y todo es apacible, pero duramos poco aquí.
En un par de pedaladas nos plantamos en Lodosa. Feo, feo. Encima acaban de celebrar sus fiestas patronales y la ciudad parece resacosa, con la mitad de su comercio cerrado. Edificios mas o menos actuales mezclados con casas un poco deterioradas. Nuestro hotel tiene cierto aire decadente, como la ciudad, pero nos ofrece lo que buscamos para este tipo de viaje: es económico y limpio. Después de una pequeña prospección por el pueblo decidimos que el mejor lugar para cenar es el hotel. No nos equivocamos. Buen vino y una buena cena a precios populares (Hotel Marzo). Una tarde, que estaba siendo un poco deprimente, remontando en la mesa.
7 de Agosto de 2025. Lodosa - Bernedo
Hemos decidido madrugar otra vez. El pronóstico es ola de calor en toda la zona (y en todo el país), por lo que nos proponemos tener muy avanzada la etapa para cuando apriete.
El desayuno es azúcar básicamente, pero es lo que hay. Me parece haber vivido en una película de los Pyton durante nuestra estancia en el hotel; la misma persona se ha encargado de recepcionarnos, servirnos la cena durante la noche, darnos el desayuno por la mañana y hacernos el check out.
Quemamos la mitad de la etapa antes de las 11. La carretera ha sido propicia para ello, sin desnivel aparente. Nos saltamos Torres del Rio, referencia espiritual del Camino, tiene dos iglesias muy interesantes para visitar, pero como es pronto sabemos que estarán cerradas.
Y en un rato nos plantamos en Viana. Nos da tiempo a saborear este bonito pueblo, comprar una baraja de cartas para disfrutar de nuestra nueva afición y desayunar otra vez en la plaza. Se vive ambiente peregrino, aunque un poco artificial. Todos son extranjeros y viven el camino como turistas, un poco como consumidores puros y duros. Les falta un poco de espiritualidad.
Salimos de Viana con un calor soportable y alcanzamos Meano, en pleno puerto de Aldea Vieja, con un calor insoportable. Desde la carretera, mientras hemos estado ascendiendo, adivinamos Logroño en medio de la bruma que levanta el calor del rio Ebro. Si aquí hace calor, no quiero imaginar lo que será allí abajo. La vecina Lapoblación está mas a mano en nuestra ruta pero el bar esta cerrado. No queremos arriesgarnos a no encontrar donde parar mas adelante y lo hacemos aquí, en Meano, a una corta tirada desviándonos un poco.
El bar que nos recibe cuenta con dos parroquianos y el dueño. Todos con la mirada fija en la tv, viendo un canal de caza. Los protagonistas del programa y ellos se parecen y al principio es un ambiente incómodo, el local está lleno de humo y me parece que les hemos interrumpido. Es solo la primera impresión, el dueño es majete y no vuelven a fumar desde el momento que entramos. Nos deja comer allí y nos sirve botellines y vino a demanda.
Dejamos pasar lo mas duro de la tarde tirados en la calle sesteando, hasta que el pueblo comienza a cobrar vida. Es un decir. Salen a la calle tres o cuatro niños a jugar, y un par de vecinos cogen sus coches para salir del pueblo.
No nos quedan mas que 2 kms de puerto. La carretera hace cumbre pasando por medio de 2 peñas impresionantes que parecen hacer las veces de puerta hacia otra dimensión. Nada mas sobrepasarla cambia el paisaje, mas verde, y la temperatura baja varios grados, nos metemos en un bosque de hayas y así continuaremos hasta Bernedo, ya en la parte baja y por tanto en territorio mas abierto.
Vamos a alojarnos en un apartamento rural, de categoría superior a lo que nosotros solemos buscar. La dueña nos lo deja económico porque tiene problemas que a nosotros no nos importan, incluso se ofrece a dejárnoslo gratis, porque desde que hicimos la reserva la situación a cambiado, no se puede usar la ducha. Al final llegamos a un acuerdo con ella y pagamos algo, aunque sea para cubrir gasto de lencería. Apartamentos La Pikurutza. La propia dueña nos va a proveer la cena, encargamos tortillas en un pueblo cercano y ella se acercará a por ellas. No recuerdo
Mientras llega la hora de la cena, visitamos la piscina del pueblo. Al principio hay mucho jaleo, hay un campamento de niños con altavoces y la musica a tope. Están en recogida, cantando y bailando mientras guardan toallas. Nos quedamos ojipláticos cuando 2 de las monitoras se desnudan del todo en medio de los bailes, allí en medio de los chavales y de toda la piscina. Los socorristas siguen la escena con la boca abierta, pero me da la impresión que no es la primera vez que lo ven porque ni hablan entre ellos ni hacen comentarios después. Y nada, se vuelven a vestir para salir de la piscina controlando de no dejarse a ningún niño. La piscina se queda entonces supertranquila, con la gente del pueblo leyendo, tomando el sol o tomando un botellin en el bar. Aquí no ha pasado nada. Seguimos con nuestra recién afición por las cartas, More sigue dando muestras de haber nacido para esto, es un tahúr nato.
Nuestro glovo particular nos trae la cena, unas magnificas tortillas y vino, que no nos falte vino en este viaje.
Repartimos camas y duermo con Víctor. Ni me entero que está a mi lado.
8 de Agosto de 2025. Bernedo – Haro
Nos levantamos perezosos, un poco desganaos, y aun así conseguimos salir pronto. El único bar abierto para desayunar es el que nos hizo las tortillas anoche, a unos pocos kms de Bernedo. El desayuno consiste otra vez tortilla con pan de ayer, pero no nos importa, están deliciosas. (Bar Frontón en Lagrán).
El primer hito de hoy es el puerto de Peñacerrada. Desde que hemos salido de Bernedo, me atrevo a decir que estas carreteras son las que dan sentido, o las que nos encanta encontrarnos en nuestros itinerarios: poco tráfico, verde, bosque y un desnivel no muy exigente que permite degustar la ruta; charlando, a veces apretando un poco los dientes para superar el porcentaje, pero sin exprimirnos.
Y luego toca descender, claro. Poco a poco vuelve a cambiar el paisaje y según nos aproximamos a San Vicente de la Sonsierra el paisaje se abre de nuevo, se suaviza en forma de colinas redondeadas y dejando al descubierto viñedos por doquier.
Visitamos San Vicente y tomamos algún vino. Magnifico pueblo. Dando una vuelta por su castillo nos percatamos que hoy es un día de autentico verano.no podemos entretenernos mucho allí arriba contemplando las magnificas vistas, el sol nos atiza sin contemplaciones.
Se acerca la hora de comer y lo haremos en Labastida. Llegando hay unos 200 metros de rampita que casi acaban conmigo. Es como si me hubieran atizado con una plancha en la cabeza. La perdida de velocidad afrontando la subida hace que el sol nos castigue sin el alivio de la brisa que proporciona la velocidad de la bici. Nuestra intención era dar una vuelta por el pueblo, que sabemos que es de los más bonitos de la zona, pero solo acertamos a darle la vuelta a la iglesia. Unos vecinos nos aconsejan ir a uno de los bares de la carretera, porque los del pueblo están abarrotados por las fiestas, y que gran consejo. Un restaurante bonito, con una sala a modo de galería de piedra que es como un oasis en contraste de lo que hay fuera. y con menú del día: Mesón Alai.
Pasamos lo peor de la tarde en la piscina del pueblo, repleta de gente. Afortunadamente es grande, pero aun así, nos cuesta encontrar un sitio de extender la toalla. Este año, al igual que el anterior, está siendo el viaje de las piscinas y menos mal. Nos ofrecen un paréntesis muy útil para dejar pasar lo peor de la tarde.
Nos queda un paseíto hasta Haro. Pretendemos llegar evitando la carretera nacional, cruzando un puente medieval que resulta estar en obras. No lo podemos cruzar. No queda más remedio que meternos en el tráfico de acceso a la ciudad. Es la capital del vino. La entrada es una sucesión de bodegas que aprovechan su atractivo turístico al máximo. Podemos adivinar mientras pasamos que todas tienen espacios habilitados para catas organizadas junto con números de móvil para reservas.
Encontramos nuestro hotel, de acceso automático y poco recomendable. Nuestras habitaciones tienen carencias y no hay nadie a quien reclamárselas. No son importantes para nosotros, que solo vamos a pasar una noche y con que haya un colchón casi que nos vale, pero para quien vaya a pasar unos días sería un incordio. (Hotel Iraipe Haro).
La llegada al hotel y el pequeño paseo que damos hasta alcanzar el centro de la ciudad me desilusionan un poco. Hay cierto aire de decadencia y abandono en muchos edificios. Tampoco se ha cuidado mucho el centro histórico y los edificios modernos y sin personalidad se mezclan con otros tradicionales y desvencijados.
Afortunadamente la noche lo cambia todo. Y los vinos. Bajo la iluminación artificial la ciudad gana en atractivo. Eso y el ambiente que tiene la ciudad. Muchos turistas como nosotros disfrutando de los bares degustación y la zona de la herradura, dos calles semi-paralelas que parten de la plaza principal repletas de bares donde comer y beber (el Bethoven, Chamonix, Bremen, todos recomendables) . Los vinos, las raciones y los helados dejan nuestros cuerpos apaciguados para el sueño.
9 de Agosto 2025. Haro – Najera.
Tenemos el hábito de madrugar tan arraigado en esta ruta que, cuando salimos del hotel en busca de un lugar para desayunar, están casi todos cerrados. En el que nos metemos están todavía ordenándolo de la noche anterior y tardan un poco en servirnos, aunque resulta bien. La tortilla en esta tierra no decepciona nunca.
Estamos más o menos cerca del punto final de la ruta de este año por lo que More saca su plan b para alargar un poco la etapa y visitar un par de pueblos más dando un rodeo. El territorio no tiene relieve, es básicamente llano, por lo que en un suspiro nos presentamos en Sajazarra, pueblo un poco a desmano de las rutas habituales de turismo por la Rioja. Quizás sea el pueblo más bonito de esta excursión. La visita nos coge frescos y la mañana a esta hora también lo está. Es una gozada pasear por sus calles, a estas horas desiertas; admirar el castillo, robusto, compacto, empotrado en el centro del pueblo. Paseamos sin prisa por sus calles tranquilas, con la fugaz aparición de algún vecino.
Después de Sajazarra carretera casi sin curvas hasta que enganchamos un pista con firme mas o menos transitable hasta Casalarreina. Victor sufre un poco este tramo. Nuestras bicis gravel rinden más que su bici mixta de montaña-rutera, y termina un poco cansado de intentar avanzar a nuestro ritmo.
Casalarreina nos decepciona, solo encontramos atractivo su monasterio, Santa María de la Piedad. Monumental, pero no queremos esperar la hora que falta para el horario de visitas. Así que seguimos.
Ya no paramos hasta la hora de comer. Podríamos finalizar el viaje ya, estamos a tiro de piedra de Najera, sin embargo decidimos quedarnos en el pueblo de Hornilla. No tiene mayor aliciente que servirnos de lugar de avituallamiento. Exploramos el centro del pueblo, sin encontrar un bar adecuado para comer de lo nuestro a cambio de unos botellines. En los dos bares que vemos también sirven comida. Lo intentamos en la piscina, con poca gente y cuidada. El camarero del bar nos dice que ni hablar. No obstante lo consulta con el que hace de encargado, y nos vuelve a decir que ni hablar. Aunque continúa hablando y casi regañandonos nos deja situarnos en un rincón de la terraza cubierta con la que cuenta el bar. Estoy seguro que no se arrepiente. Siempre dejamos una buena cuenta en botellines, vino, cafés y helados. Nos dejan hacer con gesto serio al principio y nos suelen despedir con sonrisas en todos los sitios en los que hacemos esto. Aquí pasamos la tarde hasta que empieza a bajar el sol y decidimos concluir la etapa. Es casi un dejarse caer hasta Najera.
Después de discutir un poco con la encargada del Hostal (no había entendido que fuéramos a dejar la furgo de Víctor tantos días en el parquing), paseamos un poco por el pueblo, pero terminamos pronto, no tiene mucho mas que el monasterio de Santa María la Real, bonito por fuera, ya que no estamos (otra vez) en horario de visitas.
El fin de fiesta es la cena en el restaurante Meraki, cocina a base de tapas originales y ricas, además de buen vino y camareros simpáticos y súper atentos. Unos licores en otro bar y a punto estamos de joder toda la armonía de la jornada. Por reirle la gracia al camarero encocao que nos sirve las copas a cuenta del té que, en contraste a los gin-tonic y whiskys, se pide Víctor. Es lo que tiene, a veces, andar con la risa tonta que te pone el vino. Vic se molesta, aunque respira dos veces con resignación y se levanta un rato. Cuando vuelve, ya lo hace habiendo digerido nuestra bobería. Ayudan nuestros intentos de conciliación, y el propio camarero que casi desencadena la crisis. Nos hace reír con una video llamada al otro camarero de la piscina del pueblo de esta tarde. Se conocen de ser compañeros de chusma.
Y nada más. Seguramente cada uno de nosotros haya vivido una ruta diferente a la mía, aunque el trayecto haya sido común. La experiencia es propia, de cada uno según el momento. Según hayas descansado por la noche, según el sufrimiento o disfrute que te proporcione la etapa. Además, podemos iniciar el viaje con diferentes sensaciones vitales, según nos haya ido el año hasta ahora y eso tambien puede marcar el viaje.
Ahora que tenemos vidas tan dispersas lo importante no es llegar, completar el itinerario, si no coincidir, adecuar nuestras vidas a un momento común. Lo hacemos durante el año con nuestras comidas mensuales, en nuestras mini salidas preparatorias de la ruta del verano. Y por fin el viaje. Encontrarse es el viaje más valioso

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