León - Pontevedra

Miro por la ventana si nuestro transporte ha llegado ya y no. Mientras, pierdo la mirada sobre la calle, sin apenas tráfico a esta hora, con la sensación de familiaridad que da el haber realizado este gesto durante años ya. Solo una vez al año, si, pero ya suman unos cuantos. La familiaridad suele ser una sensación cálida, aunque me roba un poco de expectación de lo que este por venir; hay algo de rutina también. Tenemos casi pleno de asistencia. Insospechadamente para mi, preveía alguna baja y no se ha producido. Solo nos falta Chema que con su nuevo curro tiene difícil venir, aunque pienso que incluso para el es un alivio, no ha disfrutado los dos últimos años. Y Sergio, que siempre le echamos de menos en algún momento, aunque haya asistido solo dos veces a una grande. Patxi también está presente a menudo en nuestras conversaciones. Julio me lo ha dicho recientemente: nos acordamos mas nosotros de el que seguramente el de nosotros. Su abandono, traumático, todavía está latente. Aunque es verdad que lo vamos dejando atrás. Estoy divagando, es lo que tiene quedarse con la mirada perdida detrás de la ventana.

Aparece nuestro transporte y arranco con los bártulos hacia la calle. No tardan en aparecer Julio y Víctor y pronto nuestro chófer acomoda bicis y equipaje, hay sitio de sobra. Ha venido con su pareja, una mujer con desparpajo que pone el contrapunto a su aparente timidez. Recogemos a Toni y Keko en San Pol y salimos a por Angel, que nos espera en una gasolinera a la salida de Madrid. Todo va bien.

Viaje más bien monótono después de ponernos al día mutuamente y regatear la vuelta. Keko saca al fenicio que hay en él y negocia un precio razonable para el regreso. El trayecto es corto y en poco más de 3h estamos en León.


29 Julio 2023. Leon – Astorga. 50 kms.

Track

León esta con mucho ambiente. Es sábado y entre gente local, turistas y peregrinos las calles están muy pobladas. Fotos al lado de la catedral y comida en el primer bar que nos parece que está bien. Nos volvemos a encontrar con nuestros transportistas deambulando por el barrio del Húmedo. No hay duda que sacan partido de su trabajo, están disfrutando de la ciudad, aprovechando el viaje.


Recuerdo la salida de León como muy pestosa de la vez que hice el camino de Santiago y sigue igual. Han señalizado y habilitado alguna zona para transitar con mas seguridad con la bici, pero sigue siendo feo. Y lo que viene después tampoco es muy atractivo. Es prácticamente una recta hasta Astorga, aburrida y con tráfico.

Paramos en Hospital de Órbigo en un bar estupendo (bar El Puente) con patio interior, un paraíso para descansos peregrinos con unos gallos híbridos paseándose entre las mesas. El puente de Hospital, magnífico, nos deja en la entrada del casco viejo del pueblo, en lo que parece ser la calle principal, llena de hostales y albergues para peregrinos.

A tiro de piedra nos espera Astorga. Al llegar intentamos adivinar por donde no habrá cuesta para llegar al hostal y no acertamos. Pero no habríamos acertado de ninguna de las maneras. Damos con nuestro albergue, de nombre exótico (Só Por Hoje) pero de normas militares, con horario de cierre e instrucciones de partida estrictos. Bienvenidos a mundo peregrino. Cuqui en la recepción y con camas confortables aunque en un bajo tejado algo caluroso.

Vuelta por Astorga, sus murales, su Catedral y…. poco más que logremos ver. Cena en restaurante Tándem, buena atención y hamburguesas decentes.

En el albergue ya están los otros peregrinos preparándose para dormir, todos menos una turista brasileña parlanchina que no tiene prisa por meterse en la cama. Todos son mas listos que yo y la ignoran, pero yo le doy un poco de palique, y me arrepiento enseguida, no hay manera de que pare de hablar.


30 Julio 2023. Astorga – El Acebo. 40 kms.

Track

La brasileña no solo es parlanchina, también roncadora. Eso y el calor del bajo tejado han provocado una mezcla explosiva. De todas formas las claraboyas y los tapones han mitigado la situación y he debido dormir bien porque algunos peregrinos han salido ya y no les he sentido. Mis compis igual, excepto Keko que ha luchado por el ventilador y contra los ronquidos a cara de perro con la brasileña.

El desayuno del hostal cuqui es como el de los albergues que no son cuquis; pobre. Eso si con vajilla cuqui también. La hostalera confirma desde la ventana que en Astorga los super no abren los Domingos. Eso nos deja sin el avituallamiento previsto. Es lo que tiene la prepotencia urbana, nos creemos que todo está a nuestra disposición y antojo.

El siguiente pueblo es Castrillo de los Polvazares, un clásico del Camino del Santiago. Lo recuerdo bien: gente bañandose en el rio de la entrada, el pueblo que desde la carretera no parece gran cosa, pero que se extiende a lo largo durante casi 200 mts, calles empedradas y casonas y casas bien arregladas, gente paseando. Hoy el rio esta seco, no hay nadie vagando ocioso por sus calles, solo algunos habitantes aquí y allá barriendo su entrada. Todos en esa labor; es curioso pero toda actividad tiene su horario.

Seguimos con ritmo lánguido y el track se desvía a la derecha. Julio dice que por carretera pero no le hacemos caso, elegimos desvío y nos metemos nuestro primer tramo pistero de 1 km. 

Llegamos a El Ganso y visitamos su pequeña iglesia de Santiago. Una señora simpática nos explica que mueven la fiesta local a estas fechas para que pueda venir la gente. Tiene ganas de hablar, debe ser que todavía no ha venido esa gente que esperan. No quiero ofender, es muy agradable que la gente de los pueblos te pregunte por el viaje y te cuente cosas locales, forma parte de la experiencia del viaje. Hay una pequeña tienda de conveniencia un poco mas adelante de la iglesia, muy bien pertrechada, con pasta, salsas, fruta… todo lo necesario para sobrevivir un domingo sin supermercados.


En Rabanal afrontamos nuestro primer puerto, tendido, con alguna rampita. Nada serio y la temperatura acompaña. A dos kilómetros de cumbre nos encontramos con un bonito restaurante de estilo seudomedieval, con camarera simpática que nos aprovisiona de botellines. Nada que ver con el que parece ser el dueño, con malas pulgas y poca predisposición a atendernos. Comemos en la zona recreativa anexa jamón y lomo extremeño y empanada que hemos comprado en Astorga. Botellines, palique, café de sobremesa y pequeña siesta. Esencia del cicloturismo.


Creía recordar la Cruz del Ferro, sitio emblemático del camino, como cumbre del puerto, pero la carretera nos regala un par de rampitas extra. Bueno, no pasa nada, vamos con la barra de energía a tope.

Y llegamos al final de la etapa de hoy. A las afueras de El Acebo hay un albergue de lujo que parece un hotel. Bien atendido pero con los horarios imposibles de los peregrinos. Lo mas tarde que nos ofrecen cenar es a las 20:30. Rechazamos la cena y tomamos al asalto la piscina con vistas que tiene el albergue. Tiene bar, el solecito vespertino ya no quema, es como estar en un spa. Una vueltecita por el pueblo y en el único bar que parece estar abierto preguntamos por la cena. O nos damos prisa o no cenamos. También van con el horario inflexible peregrino. Al final estamos sentados a la mesa a las 20:30.



31 Julio 2023. El Acebo – Las Médulas. 67 kms.

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Aparejamos las bicis y salimos después de desayunar algo en el albergue. Todo cuesta abajo. A esta hora de la mañana la temperatura es fría, húmeda. La carretera se hunde en el valle. De vez en cuando serpentea y nos ofrece un trecho cálido de sol incipiente, pero sin el esfuerzo del pedaleo, cada vez voy mas rígido sobre el manillar. Tomo las curvas hecho un bloque. El frío entumece y hay que protegerse más. Son sólo unos 15’ de bajada y en cuanto llegamos a Compludo, desierto, mágico a estas horas, comienza el ascenso, pista en no muy buen estado y con un porcentaje diabólico.



El ascenso. No hago ni un kilómetro encima de la bici. A los pocos minutos todo lo que me he puesto está ya en las alforjas de nuevo. No me quiero ni imaginar los cambios de ropa que habrá hecho Toni, que tiene una prenda para cada trecho de la etapa. Casi toda la subida la hago empujando la bici y las alforjas. Mis compañeros aguantan más, tienen un desarrollo más apropiado para estos lances que yo.

Nada es eterno y llegamos llaneando a Espinoso de Compludo, otro pueblo con encanto, precioso, de postal. No se si será muy visitado, pero merece aparecer en cualquier guía.


No nos entretenemos mucho, queremos llegar a comer a Peñalba de Santiago. La salida del pueblo vuelve a exprimir los cambios pero pronto estamos faldeando por una pista en buen estado, a excepción de algunos desprendimientos, con vistas de escándalo.

Peñalba aparece allá abajo. Divisamos el parking de visitantes que todavía no está muy concurrido y aprovechando la panorámica, adivinamos por donde nos llevará el track una vez dejemos el pueblo. Algo imposible. Es una pista que atrocha, sin apenas curva, ladera arriba. Hay que cambiar el trayecto. Pero eso será ya esta tarde.


El pueblo es una maravilla, de coqueto y recogido. Con sus pocas calles todas en pendiente sin orden aparente, su recoleta ermita mozárabe. Una calle es cuesta arriba y la paralela, insospechadamente, cuesta abajo. Solo queda un bar abierto ( La Cantina) y aunque es pronto para comer nos sentamos, nos advierten que quizás en un ratín no podamos hacerlo. Y disfrutamos del sitio, de la comida, de nosotros mismos y de un pequeño sesteo de sobremesa ya en el exterior, sobre la fría pizarra de la calle.

Salimos del pueblo, cuesta abajo. La carretera chulísima, con el rio unas veces a la izquierda otras a la derecha. Castaños, tejos, robles, un bosque encantado.

Antes de llegar a Ponferrada nos desviamos hacia San Esteban de Valdueza, donde cogemos una pista 100% gravelera, paralela al rio, que disfrutamos un montón. Y creemos que llegaremos a Las Medulas sin novedad, en un paseo rutinario, pero la ruta nos pone en nuestro sitio. Después del pueblo de Carucedo la carretera nos pasa la factura de la etapa tan espectacular que estamos a punto de terminar. Todo cuesta arriba. Sin un porcentaje del otro mundo, pero directa, sin una mala curva que ofrezca un alivio. Nos saltamos el mirador de Orellana que parece mas cuesta arriba todavía, solo queremos llegar.


Y llegamos. La búsqueda del albergue es infructuosa. Hay muchos alojamientos, prácticamente todas las casas lo son, pero ni rastro del nuestro. Por fin damos con el. Inusitadamente desierto, traspasamos la verja. Y alguien sale con malas pulgas por haber invadido su propiedad. Después de un rato de nervios e incongruencias logramos calmarnos todos. Efectivamente eso era un albergue, pero lleva cerrado años. Efectivamente se llama como indica nuestra reserva. Y efectivamente el pueblo es lo que falla. More ha reservado ese albergue pero en Ranero. De hecho la dueña del albergue nos está esperando. Por teléfono no deja lugar a dudas de su enfado por haber reservado 6 literas que se van a quedar desiertas. En fin. Dejamos solo a More con su teléfono intentando calmar a la señora por whatsup, pero no se calma. Nos van a meter en las lista negra del peregrino.

Después de la paliza que llevamos toca buscar y comparar alojamientos. No hay muchas opciones, solo dos. Optamos por la barata. Keko se aventura como avanzadilla y mientras vamos llegando no dejamos de admirarnos por el magnífico mamotreto de hotel allí plantado en una pequeña colina (Hotel Medulio). Es lo que nos va a salvar la noche. Keko aparece arriba, en las escaleras, eufórico, triunfante. Le han puesto delante una Estrella Galicia fría y eso colma todas las expectativas . El camarero nos recibe abriendo tercios. Es de lo mas acogedor que he visto en mucho tiempo (una lagrima recorre mi mejilla). Echamos un vistazo a las habitaciones y son más que dignas para nosotros. Hemos acertado, aunque el edificio y los pasillos recuerdan un poco a El Resplandor. En el restaurante del hotel las cosas no van tan bien. El otro camarero es poco profesional y le da igual todo. En fin.


1 Agosto 2023. Las Medulas – Villarrubin

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Desayunamos en el hotel tostadas a tutiplen, mucho azúcar y poca proteína. Nuestro dicharachero y, según descubrimos en el relato de sus diferentes oficios, vividor camarero, se ocupa de que no nos falte pan.

Es pronto, no hay nadie todavía deambulando por las calles. Vamos a hacer uno de los recorridos de las Medulas. El acceso es una cuestecita que nos mete en calor, pero después todo es llano incluso cuesta abajo. Es un paseo agradable, observando todas las formaciones que las antiguas minas dejaron para nuestros fotos.

Proseguimos. Nos avituallamos en Puente de Domingo Florez. Moreno va obsesionado con que no habrá macarrones para todos, compra un kilo más. Bueno, venga cómpralo. Con atún. Pues compra caballa.

Ligera subida hasta el pueblo de Entoma, con un bonito puente romano y cogemos pista asfaltada que seria impresionante si no fuera porque está todo quemado. En Vega de Cascallana localizamos un bar abierto, difícil a simple vista si no fuera por alguna caja de cerveza, no hay cartel. El dueño, después de las primeras rondas de botellines, nos monta un reservado con unos biombos y nos deja usar incluso los infernillos. Un vecino nos trae un bollo casero para el postre. Hospitalidad sin limites. En los sitios más humildes es donde te encuentras una mejor acogida.


Mucho calor, y el terreno es en ascenso. Llegamos a una bifurcación y dudamos. El cartel dice por la derecha, pero la izquierda llega al mismo sitio y parece mas amable. La señora que sale de la casa que hay en el cruce, después de unos segundos de valoración, nos dice que quizá la izquierda sea mas acorde a como vamos. No lo sabremos nunca, para mi que la señora lo ha echado a cara o cruz mentalmente. Y le ha salido cruz. La izquierda es un infierno de sube y baja sin fin. Todo repechos exigentes con descensos cortos que no sirven ni para coger impulso. En cada uno de ellos saltan los cambios, clac-clac-clac...como cuando se tira de cerrojo y se mete la primera bala en la recamara inmediatamente antes del asalto. Y nunca salimos completamente victoriosos. Siempre hay mas repechos delante, no acabamos con ellos. Vamos quedándonos sin munición, sin calorías que quemar.

Nos encontramos a Keko y Víctor, que iban escapados, bañándose debajo de un puente. Se las prometen felices porque parece quedar poco. Un poco mas arriba encontramos a un tipo esperando en la carretera a alguien que viene repartiendo alguna mercancía. Nos dice que quedan 5km pero que el le echa 15 minutos por lo menos en el coche. A mi me termina de desarmar. Afortunadamente no es así aunque casi-. el ultimo km lo hago en empujabike.


La llegada a Villarrubín es un poco sombría. No solo porque el ocaso está ya en su parte final sino porque veo que es un terreno chungo para plantar tiendas, todo en cuesta, y el ambiente es muy húmedo. Encontramos un pequeño club social que sirve botellines. Es un sitio super modesto y el encargado nos mira con un poco de desconfianza ‘¿que hacen estos tios aquí? Y a estas horas’. A la tercera ronda todos los puentes están tendidos. El tío, un emigrante que vuelve al pueblo en verano para hacerse cargo de este pequeño bar, nos dice que hay una especie de txoko para cazadores donde podemos pasar la noche. Eso, o la iglesia. Nos guía calle arriba por una cuesta imposible y a la vista de las instalaciones del club de caza no lo dudamos: servicio, agua y suelo seco para tirar nuestros sacos. Un lujo en este día de penuria física.



2 Agosto 2023. Villarubin – Monforte de Lemos

Estoy desanimado. La etapa de ayer me ha pasado factura, aunque todo haya estado saliendo bien. Uno no puede evitar pensar si todo lo que queda será igual: territorio gallego. En la cantina de ayer nos han preparado el desayuno. Manuel ha dejado a su hermana pendiente de nosotros, me reconcilio con el genero humano. Nos prepara café y un par de bizcochos caseros. Nos sentimos bien tratados, no es para menos. Manuel nos salvó la noche y nos ha arreglado la mañana.


Llueve cuando queremos salir, una lluvia fina que no impedirá la partida. También queremos liberar a la hermana de Manuel, tendrá cosas que hacer. Y por momentos arrecia, pero la verdad, el paisaje es super bucólico, no hace frio y la carretera no tiene nada que ver con lo que pasamos ayer. Las gafas no me dejan ver. Detrás del universo de gotas pegadas al cristal adivino un entorno paradisiaco. Se puede decir que disfrutamos del momento. Más cuando para y se queda ese ambiente limpio, cristalino, interrumpido por algunas nubes bajas que contribuye a esta postal gallega. Si el oxigeno fuera visible imagino que sería así, húmedo, refrescante, limpio. Vamos descendiendo entre hayas, castaños, robles, dependiendo de la altura, lo que toque, pueblos colgados en las laderas.


Paramos a comer en Quiroga, bar Ferrería. Montamos un tenderete en la entrada para secar la ropa y casi por sorpresa empieza a llover de nuevo y nos moja la ropa otra vez.

Cogemos el trazado del camino de Santiago de invierno, en algunos momentos va por la antigua nacional casi paralelo a la nueva. Los bosques quemados han dejado esta zona hecha un erial de escombro de troncos partidos, retamas retorcidas, las laderas surcadas de profundos cortafuegos o zanjas para impedir la erosión y las escorrentías.

Dos subidas mas o menos prolongadas y todo cuesta abajo hasta Monforte. Llegamos con el tiempo justo para acercarnos a la pulpería O’Chaos, local ruidoso de bancos corridos que bien podría pasar por bar caribeño de no ser por las raciones de pulpo. Todo el personal son caribeñas, a excepción del que parece ser el cocinero. Paseo nocturno por Monforte, no le sacamos gran atractivo.




3 Agosto 2023. Monforte – Oseira

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He descansado. El albergue es confortable y a las afueras, por lo que es tranquilo. Desayunamos con las pequeñas utilities que ofrece el albergue y de lo que llevamos. Moreno es como un niño con prisa para salir a jugar a la calle, no ve el momento de empezar la jornada y deja la mesa sin recoger. Le regañamos y nos mira sin comprender. Como los niños.

En el siguiente pueblo, Escairón, paramos para comprar comida; empanadas, queso… cosas varias para cenar. Y seguimos sin más dilación, acercándonos al Miño.


Después de una buena bajada llegamos a pie de rio y nos encontramos una pequeña población alrededor del embarcadero de Belesar. Es un sitio bonito; el puente, el rio encajonado en riberas con mucha pendiente aterrazadas para las vides; casas y pequeñas construcciones para guardar útiles de labor.


Todo lo que hemos bajado lo tenemos que subir ahora por la otra ribera. Desde abajo asusta, pero la verdad que se hace llevadero por las zetas alargadas que van a salvar el desnivel tan pronunciado. Además, cada giro nos va dejando una bonita postal del rio cada vez mas abajo que entretiene el esfuerzo.  


Cerca está Chantada, donde pretendemos comer en uno de los restaurantes más afamados del pueblo. Pero la fama es por algo y está atestado de gente, el dueño no se aventura a decirnos que esperemos. Las calles, sin embargo, están desiertas, parece que todo el mundo ha decidido ir a este restaurante. Nos quedamos en un café bar que encontramos en nuestro deambular por el pueblo. No me imagino como debe ser comer en el primer restaurante si en este café, mas humilde, comemos de maravilla. (café-bar Parada).

Con el depósito lleno y dado que vamos bien de tiempo, decidimos alargar la etapa 10 kms, hasta Oseira, donde hay un monasterio que tiene albergue para peregrinos. Vamos coincidiendo con alguno de los Caminos de Santiago, ¿cual? Ahora mismo no lo sabemos, parece que cualquiera que te acerque a Santiago era utilizado como vía de peregrinación. La carretera es muy gallega, no se sabe si bajamos o subimos, aunque con alforjas la impresión es siempre que subimos.

La llegada a Oseira es de las que se graba en la memoria. Me recuerda a la llegada a Roncesvalles en el viaje Ainsa-Bilbao. Allí surgíamos del bosque y nos encontrábamos casi de bruces con la imponente mole del monasterio entre la niebla, impregnando el fin de etapa de misticismo. Aquí, el complejo va ganando tamaño según descendemos hacia el para, finalmente, ingresar en él por un soberbio arco de piedra que nos deja en una esplanada empedrada a los pies de un imponente campanario. El conjunto destila espiritualidad.


Tenemos algún inconveniente a la hora de hacer check-in en el albergue por no ser peregrinos oficiales, por no tener credencial. Y eso que el albergue está practicamente vacio. Afortundamente, nuestra hostalera puentea la burocracia haciendonos oficiales allí mismo, no sin antes discutir sobre lo que es un peregrino.

El circulo de este dia se completa con la cena con mayúsculas que nos ofrece el único restaurante-bar que hay en el complejo, A Casiña D’avoa. Hoy no tiene mucho genero, pero las ensaladas, las dos superoriginales y coloridas, la carne extraordinaria en calidad y elaboración, y los postres semi improvisados convierten la cena en una autentica experiencia. Un final de etapa memorable.




4 Agosto 2023. Oseira – Doade

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Puntuales y disciplinados esperamos que empiece la visita guiada al monasterio. Hace frio a estas horas, y buscamos las zonas de sol como si fuéramos lagartijas empezando el día. La visita se me hace un poco bola, el monasterio fue saqueado en la guerra de Independencia y prácticamente lo que quedan son los muros y ya. Aún así la historia del edificio no deja de ser entretenida.


La carretera no está mal, con desnivel favorable, algún bosquete, nada que sea particularmente reseñable. Vamos tan relajados que en Carballino hacemos parada de aperitivo. Ya no hace frio, al contrario, buscamos la sombra en la terraza donde hemos aterrizado. Como voy rallado con las pastillas de mis frenos busco una tienda que resulta estar al lado. Después de esperar un rato me dicen que no tienen las de mi bici, pero me gestionan unas en otra tienda a 500 metros. Allí me presento y allí me las dan, prácticamente cerrando la tienda. En frente de la tienda me doy de bruces con un iglesia colosal, el templo de la Veracruz, con una imponente torre que domina toda la calle. Una pena que mis amigos no estén aquí, les habría gustado.


Continuamos con la intención de parar a comer más adelante, pero como suele suceder, las cosas no salen como uno las planea. Va haciendo calor, y ninguno de los pueblos por los que pasamos tiene bar. Buscamos un área recreativa que aparece en algún mapa pero debió quedar comida por la vegetación en algún lado, no la encontramos. Paramos en un pilón al lado de la carretera que al menos está cubierto, pero tiene mal apaño para comer. Papá google nos saca del atolladero. Más adelante, el único bar que parece tener la comarca, nos dicen que no tienen nada para comer; bien. Pero que nos guardan una mesa para comer de lo que llevamos.

El bar está super animado, con gente echando la partida de después de comer y la chica que lo atiende nos instala en la terraza, donde hay sillones y sofás viejos a disposición de los clientes. Es una super máquina, ella sola atiende a todo el mundo, saluda, habla con unos, con otros y nos cocina los macarrones que llevamos, además de ocuparse que no nos falte un botellín en la mesa. El pueblo se llama Feas y el bar Niztron.



Después de las pertinentes cabezadas en los viejos sillones del Niztron, seguimos, por una carretera tipica gallega, con sus sube-bajas, pero nada dramático esta vez.

En Doade paramos. Hay un hostal pero está lleno. Preguntamos por algún lugar para dormir. El pueblo está al lado de un rio y ya desde la carretera hemos avistado algún sitio que podría ser apropiado. Pero nos mandan a una zona recreativa que hay a unos dos kilómetros. Y el sitio resulta ser ideal. Una pequeña zona habilitada para el baño con una pradera enorme y algo apartado de la carretera. Allí incluso Víctor y Toni se atreven a darse un baño checo, el remanso que han habilitado no tiene mucha profundidad y el sol ha calentado el cemento atemperando el agua.



Cenamos en el bar Santo Domingo Xirarga el plato único que les queda, un estofado de carne bastante digno y unos digestivos en el de enfrente, bar Doade Nems, hasta los topes de gente del pueblo tomando algo. Regresamos a nuestra campa, en la oscuridad, con frio. La horquilla térmica en Galicia ha resultado amplia. No importa, tenemos nuestras tiendas, nuestros sacos y el rumor del rio a nuestro lado que nos arrulla.


5 de Agosto 2023. Doade – Pontevedra. 45km.

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¿Ha llovido? Creo recordar que entre sueños me lo pareció. En cualquier caso las tiendas amanecen cubiertas de rocío. No ese rocío leve, apenas humedad, que dejaría alguna gota aislada en la tienda, en los cachivaches o las bicis que quedaron a la intemperie. No. Tengo la tienda empapada, por fuera, menos mal.

Recogemos perezosos dando tiempo a que el tibio sol que asoma entre los arboles seque las tiendas y nos entone a nosotros. Es una mañana ahora fría, pero a la vez agradable. No hay duda que el rincón para el campamento ha sido un acierto. Desayunamos en el bar donde cenamos, bastante bien, nuestros huevos, algo de embutido, cafés… estamos a un paso de pedir vino por las mañanas. Si no tuvíeramos que pedalear estoy seguro que alguien lo propondría. Es más, a alguno se le pasa por la cabeza, estoy seguro. Pero nos es prudente con una etapa todavía. Pero es que estos des-almuerzos lo merecen.



Los pocos parroquianos con los que nos encontramos nos despiden con calidez. Son los mismos que hemos visto la tarde anterior. Un par de rampas para dejar el pueblo y vamos encadenando otros bien apañados, con casas elegantes y arregladas. Hemos confiado en encontrar pan y tomates en alguno de ellos y desdeñado la tienda de Doade, pero otra vez metemos la pata. Parece mentira que seamos gente experimentada en estos viajes. El caso es que al salir con la tripa llena, claro, nadie tiene urgencias.



A pie de carretera aparece una zona recreativa con una piscina natural (playa fluvial A Lama, rio Verdugo). Esta vez nadie deja pasar la oportunidad y paramos a bañarnos. Aquí pasamos gran parte de la mañana, confiados en el perfil favorable de la ruta de hoy. El agua hace honor al nombre del rio y nos hace tener experiencias cercanas a la muerte, no aguantamos tres minutos seguidos dentro. Es como cuando te están machacando un dedo con un martillo y paran. ¡Que gusto!. Aquí, cuando sales del agua dejas de sentir ese escalofrío vital que te recorre la espalda, que casi escuece, y que, al dejar que el sol te seque, es la gloria. Charlamos con uno de los bañistas que hay en la piscina. Resulta ser pescador, nos cuenta parte de su vida como cocinero en alta mar, todo un aventurero, su vida parece inspirada en una novela de aventuras. Nos acercamos al bar que hay al lado del rio, para ver si nos dan de comer, pero solo tienen bocadillos y hoy, el consenso es que nos apetece algo mas elaborado.

Seguimos, y en el siguiente bar que nos encontramos en la carretera están agobiados. No quieren ni decirnos que esperemos. Keko hace su magia y llama al siguiente bar que aparece en google. No tienen comida así como de primero y segundo, pero nos ofrece tortillas, botellines y una terraza al aire libre. Magnifica oferta. Y al final todo estupendo, nos tratan como si fuéramos familia (Bar Casa Perdiz).


Después de desnucarnos un rato sentados en las sillas del bar (dormitar es nuestra sobremesa), volvemos a la carretera que nos obsquia con calor y repecho, pero pronto enlazamos un largo descenso que nos dejará a las puertas de Pontevedra. Voy con mucha velocidad y aún así mis amigos me sacan más de 500 mts.

Último calentón en las proximidades de la ciudad y entramos. Calles repletas de gente, turistas supongo, gente de despedida de soltero, celebrando cosas en las terrazas atestadas, nos resulta difícil hacernos la foto de fin de ruta.


Duchas en el albergue y pa’ fuera. La segunda pulpería tradicional que visitamos nos asegura mesa en un rato, pero tenemos que quedarnos allí. No queremos arriesgarnos viendo como está todo de gente y, a pesar de que es un poco pronto, esperamos en la puerta entretenidos con unos botellines. A pesar del empacho de tortilla que llevamos nos entusiasmamos pidiendo comida y vino.

Salimos de allí con cuatro botellas puestas. Y lo siguiente.... lo siguiente es una bruma de escenas encadenadas a cámara rápida, mezcladas, en las que aparecen la chica del albergue, Víctor de charla con ella, Julio desaparecido en el primer bar, Toni desencadenado, More enfadado, y yo ojiplático sujetando la puerta mientras escucho que alguien está esperando por pizza a la hora del toque de queda del albergue. Tardo 0,0 en caer dormido.

La mañana siguiente, con mi media resaca fresca, vuelvo a quedar ojiplático al escuchar que Toni ha perdido la llave del pulpo con la que ha candado la bici a la de More. Momentos de pánico contenido, dramático por dentro y sereno por fuera. Miradas incrédulas al acercarse la hora a la que hemos quedado con nuestra pareja transportista. Salimos a desandar el camino de la madrugada anterior por si sonara la flauta, pero no. Solo encontramos la pizzeria cerrada como si no fuera a abrir nunca más. Cuando volvemos Víctor está intentando cortar el pulpo con unos alicates y con la paciencia y dedicación de un preso en Alcatraz. A More le cambia la cara y vuelve a sonreír cuando ve que ha conseguido cortar hilo a hilo casi la mitad.

Deshecho el entuerto, bicis y humanos a la furgoneta. Nuestra pareja de transportistas nos devuelve a Madrid en un viaje casi calcado al de ida si no fuera porque paramos a comer (mi primer bocadillo de panceta en años, tengo que revisar esto del low-carb).



Me ha llevado meses escribir esta crónica por falta de tiempo, pero no quería dejarlo pasar. Me leo en ocasiones, de tarde en tarde, y veo los cambios en nosotros, en la forma de escribir. A veces no me reconozco y creo que antes escribía con más humor. Incluso hay párrafos en los que no me parece que los haya escrito yo. Curioso. Será el paso del tiempo. Pero releerme siempre me produce cierto placer nostálgico. Una nostalgia un poco falsa, pues con mucha probabilidad estos viajes se repitan en el futuro. He leído en algún sitio que la vida es un lapso de tiempo que nos corresponde llenar de la mejor manera posible. Estas rutas son una de esas maneras.





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