Litueros y Dehesa de Somosierra

Otoño 2020

TRACK

Estos días están siendo tipicamente otoñales con tiempo muy variable. Dos días antes de esta salida la consulta a las previsiones nos pronosticaban una ventana de tiempo soleado, no hay que pensárselo más y acepto la proposición de Julio para visitar la cascada de Litueros y alrededores. 

Según nos aproximamos a Somosierra vemos amenazadas esas previsiones y la niebla parece que va a aguar nuestras ganas de Otoño. Vamos armados con nuestras cámaras y parece que lo que vamos a terminar captando es un fondo blanco. Al bajar del coche la humedad y el viento me hacen arrugarme en mi chaqueta. Este puerto estuvo a punto de terminar con Napoleón, sus tropas estuvieron a punto de amotinarse y matarle por hacerles atravesarlo en pleno invierno; hay una placa que lo recuerda. Miro a Julio buscando a quien echar la culpa por mis expectativas fustradas, ¿termino con él?

Caminamos carretera abajo hasta el inicio de la calleja que nos va a meter en pleno campo. Hay regueros por doquier, eso nos hace pensar que la chorrera va a llevar caudal. Atravesamos un arroyo y vamos al encuentro del de la chorrera siguiendo el curso del rio, contorsionando de vez en cuando entre los árboles para poder progresar, escuchando cada vez mas alto el rumor del agua cayendo. Es increible, es una cascada modesta en caudal y en altura, pero vivimos en una comarca donde estas caidas de agua son inusuales y a mi me asombra estar a sus pies, recibiendo el chirimiri que ciega mis gafas y empieza a empapar mis pantalones, menos protegidos que mi chaqueta. 

Después de invertir un rato bajo la ducha y tirar unas cuantas fotos, continuamos. Vamos hacia arriba en busca de un cortafuegos que nos dejará en una especie de encrucijada donde tomaremos una comoda pista que va faldeando las primeras estribaciones de Sierra Cebollera. No hay un camino definido en este ascenso, pero aquí y allá hay algunos hitos caseros que nos van orientado. Bueno, el gps también ayuda. 

Ya en la encrucijada, tomamos aliento y echamos la vista atrás. Estamos a cierta altura, la niebla va perdiendo densidad y el sol de la mañana va ganando protagonismo a ráfagas. El viento cubre y descubre rapidamente las diferentes zonas que abarca nuestra posición. Es un contraste asombroso; zonas difuminadas por un velo blanquecino, de las que solo se adivinan contornos borrosos o simplemente un fondo blanco, aparecen de repente iluminadas, limpias, nitidas, como recien salidas de un proceso de lavado con el que ha desaparecido toda impureza para, en unos minutos, volver a quedar ocultas por un visillo blanco. 

Avanzamos por la comoda pista sin apenas desnivel, alternando el sol, bancos de niebla y divisando algún mar de nubes al fondo a nuestra derecha, hasta llegar a un bonito mirador ocupado por un grupo de senderistas almorzando. No nos detemos mucho por esta razón y continuamos hasta que nos metemos en una zona de transición: hacia abajo robledal y hacia arriba pinar, donde los seteros están haciendo su agosto.

Abandonamos la pista y tras un pequeño tramo campo a traves y despues de salvar un murete de piedra, nos metemos en el robledal, en lo que comienza a ser la dehesa de Somosierra, conocida como Dehesa Bonita. Hoy yo la bautizaria como dehesa mágica. La transición de nieblas y zonas soleadas la convierte en un escenario propio de un cuento poblado de elfos, brujas, gnomos, niños perdidos, con robles majestuosos extendiendo sus nudosas ramas buscando presas. Si hay un lugar donde disfrutar el Otoño es este. Hoy por lo menos.

Adivinamos con pena el fin de la pista por el ruido de coches y camiones que va ganando intensidad y al poco se materializa con la aparicion de un cierre metálico y la intersección con la carretera. La cruzamos y atravesando el pueblo de Somosierra, terminamos en la zona donde hemos dejado el coche. 

Se puede comer un buen menú économico en el hotel El Puerto, por lo menos entre diario. Lástima que su terraza esté en umbría en esta época y tengamos que comer dentro. La pandemía me pone nervioso en interiores.