Viajeros, Soria-Donosti

Crónica del viaje realizado en Agosto 2016. 

A veces pensamos en estos viajes como originales en la forma de unir un inicio y un destino. Estos puntos de comienzo y final a veces tienen peso y personalidad por si mismos como excusa del viaje. Otras solo sirven como punto de partida y final para visitar una comarca. Al finalizar el viaje siempre sacamos la misma conclusión. Lo realmente importante es el trayecto en si mismo y si podemos darle un sentido  al viaje pues mejor, pero sino el propio camino y lo que nos ofrece justifica plenamente la experiencia.

Soria-Vinuesa 15-08-16 (35km)

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Salimos en furgoneta desde el parking cercano a la estación de metro de Aluche. Este año se une Chema, viejo amigo de mis compañeros que retoma las salidas largas en bici. Somos 6. Este año la acampada, como la llama Moreno, esta poblada.

Llegamos a Soria relajados y con tiempo de sobra para dar una vuelta. Viajar de esta manera, con conductor, es mucho más cómodo que otras opciones que hemos elegido en otras ocasiones (Autocar, coche de alquiler, con coche propio,….) y estamos descansados. Damos una vuelta por Soria, tomamos algunas tapas y comemos en el Bar Poli, en el centro de Soria.

Salimos sin más novedad, con buen humor y charlatanes, que para eso estamos empezando el viaje. Se empieza a adivinar lo que es Soria, un gran bosque en medio de la península. Los eslóganes publicitarios de esta región empiezan a tomar sentido. El trayecto no nos depara novedades y en poco tiempo alcanzamos el embalse de la Cuerda del Pozo. Aquí empieza a llover un poco al principio, cayendo un pequeño chaparrón después, corto pero intenso, que nos hace sacar los impermeables.



Alcanzamos Vinuesa y nos encaminamos al camping, un poco cutre, no hay parcelas y únicamente tenemos que elegir el sitio entre los grandes árboles. El ambiente y el suelo están húmedos y es un poco desagradable montar las tiendas en estas condiciones. El camping tiene piscina, pero no hay huevos a estas horas de la tarde.

Paseamos hasta Vinuesa por la carretera. El camping está un poco aislado del pueblo y está en fiestas. Eso no nos gusta. Los bares suelen estar llenos y es difícil que te sirvan bien. No obstante conseguimos cenar en un bar del pueblo. Es pronto y todavía no están ocupados. No conseguimos integrarnos en la fiesta, hace frío y decidimos irnos al camping a dormir, esta vez campo a través y con los frontales. ¡Joder! ¡Si que está aislado el camping!.



Vinuesa-Ortigosa de Cameros (embalse de Gonzalez la Casa) 16-07-16 (47kms)

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Amanece fresquito,soleado, pero poco a poco la mañana irá cogiendo temperatura. Aprovechamos los débiles rayos de sol para secar las tiendas, toallas y todo aquello que ha quedado húmedo por el rocío y la lluvia de ayer. Me cuesta organizar mis cosas, hace ya un año que no practico el arte de sacar y meter cosas de las alforjas. Termino vaciandolas y recolocando todo, para darme cuenta al final que necesito el cortavientos que he metido al fondo. En fin... Desayunamos en el bar del camping sin grandes honores, y reiniciamos ruta.


La carretera está transitada debido a la cercanía de la laguna negra, pero pronto dejamos atrás su desvío en la carretera y rodamos más tranquilos. Hoy toca puerto. El primero de la ruta. Hemos ido subiendo desde que dejamos el camping pero es ahora, a partir de este desvío, cuando empezamos a subir más o menos de verdad. Keko y Chema pronto se destacan, yo quedo en territorio de nadie y Julio, Sergio y Moreno cierran nuestro pequeño grupo de bicis con baca a tope de equipaje.  Nos cruzamos o nos adelantan algún que otro ciclista. Siempre nos miran con extrañeza. Llamamos la atención con nuestras bicis cada una de su padre y de su madre cargadas hasta los topes. Todos nos saludan, pero a mi no dejan de hacerme sentir raro. Todo el mundo sube o baja por deporte, ágiles en sus ligeras flacas, con cadencias alegres o bajando hundidos en el manillar para ser mas aerodinámicos; nosotros con ritmo torpe y pesado. Ellos terminaran su etapa en una mañana; nosotros echaremos gran parte del día. Nosotros viajamos.


El calor aumenta conforme avanza la mañana, y con él vienen las moscas y los tábanos. En las subidas siempre sufrimos a estos insectos merodeando alrededor de nuestras cabezas. Vamos despacio y a ellas no les cuesta trabajo acompañarnos. Los tábanos de esta zona además no se detienen ante nada, son los boinas verdes de los tábanos. Vienen derechos a por ti, no titubean ni revolotean, se posan y te muerden. No se paran ni teniendo el maillot por medio. Intento aplastar a alguno que incluso atraviesa mi guante. No los había sufrido nunca tan voraces.

Las dos últimas curvas de herradura marcan el final del puerto. Es el tramo mas duro. Veo a Keko y a Chema apoyados en una valla de madera en la cumbre con apariencia de haber llegado hace siglos. La cima es una especie de estación invernal, pequeña, pero con un remonte y todo. También hay un restaurante donde nos sentamos en unas hamacas en la terraza a esperar a los demás. Pronto aparece Moreno y un ratín después Julio. Sergio no viene. Después de unas coca-colas y aquarius Sergio no viene. Nos asomamos a la terraza del restaurante que tiene una buena vista la carretera y vamos viendo llegar o pasar a otros ciclistas. Pero Sergio no viene. Preguntamos a la gente que va llegando en coche:

-Si, ¡le hemos visto!. Está ahí mismo, detrás de la penúltima curva, a 200 mts.
-Y que hace?
-¡Nada!
-¿Nada?
- Esta parado, con la cabeza apoyada en el manillar, no se mueve.

Keko baja a por el, se sube su bici y el aparece andando detrás desencajado, arrastrando los pies y con los brazos caidos.

-¡No puedo más! Mañana me voy, me cojo un taxi y me voy.

Después de tomarse una Coca-cola, vomitar y tomarse otra CocaCola y algún fruto seco esta mas calmado. Se había tomado un gel en plena subida y se le había atravesado, su cuerpo no consiguió asimilarlo. Unas palmaditas y vuelve a sonreir. Hemos recuperado a Sergio.

Iniciamos la bajada, en algunos momentos muy pronunciada, con unas vistas espectaculares, vamos deteniéndonos para hacer alguna foto. Pronto alcanzamos Montenegro de Cameros, pueblo pequeñin pero con encanto. Comemos en un bar de la carretera y damos buena cuenta de los ibéricos que nos ha traido Keko de Fregenal. La señora del bar tan feliz viendo como no hacemos mas que pedir botellines y vino y casera.


Continuamos disfrutando del paisaje, esta zona es muy bonita. Pasamos varios pueblos, todos con el apellido ..de Cameros y en Villanueva, pueblo con un hermoso puente de piedra y una zona recreativa al lado del río muy apetecible, comenzamos el tramo final de la etapa con una subida muy suavecita. Antes de llegar a Ortigosa de Cameros nos desviamos a una zona recreativa que hay al lado del embalse de Gonzalez la Casa. Allí hacemos las localizaciones para pasar la noche y nos pegamos un baño en la zona habilitada para ello. Es un lugar muy chulo.

La zona elegida para pasar la noche es una pequeña zona recreativa con fuente y mesas de piedra, al lado de la entrada de la zona del embalse. Discreta y solitaria. No podemos pedir más. Desplegamos las tiendas, cenamos de infernillo y hacemos experimentos de fotografía sin luz. Resultados fantasmales.



Ortigosa de Cameros-El Ciego 17-08-16 (73km)

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Desayunamos en Ortigosa en el único bar abierto. Otra vez sin pena ni gloria, en el bar apenas tienen nada que acompañe a los cafés. Menos mal que la tienda está al lado, abierta y en el que pensamos el rincón mas bonito del pueblo. Allí compramos algo de avituallamiento y salimos.



Nada más dejar el pueblo empezamos a subir el pequeño puerto de Peña Hincada que nos sacará del estrecho valle donde está Ortigosa. Arriba nos encontramos con Josechu, un ciclista con maillot de piel (iba sin camiseta) y con una bici de hace unos añitos. Nos cuenta que ha viajado con su bici incluso por Africa. Debe tener como 60 años, pero tiene un aspecto envidiable. Saca una camiseta de algodón de manga corta roída y se la pone para bajar por donde ha subido ‘¡es que ahora para el descenso hace frio!’ nos dice.

Continuamos ahora llaneando y el paisaje se va abriendo. Salimos a una zona pelada de vegetación con un paisaje agreste y duro donde está el puerto propiamente dicho. El aspecto desolado de las montañas que nos rodean nos da una idea de lo crudo que debe ser aquí el invierno. Todo esto debe estar nevado o castigado por el viento durante unos cuantos meses al año.


El descenso es bastante pronunciado hacia Brieva de Cameros donde rellenamos bidones. Al reiniciar la marcha, mi camiseta cae entre los piñones y se enreda bloqueando la rueda. Queda destrozada, aunque la guardo por si hiciera falta algo de abrigo. Con ella puesta parece que he sido atacado por un oso. Esto nos retrasa por lo menos 20 minutos. Llaneamos paralelos al rio Brieva y después al rio Najerilla. Ya vamos teniendo hambre y esta parte de la etapa se nos hace pesada. Alcanzamos Anguiano y entramos en el restaurante Valdevenados a pie de carretera. El tipo de la barra nos dice que bajemos al comedor que ya va siendo tarde. El menú nos deja satisfechos, en especial los caparrones, un tipo de alubia pinta del lugar que nos deja un muy buen sabor de boca. 

Querríamos descansar y digerir las alubias, pero no encontramos ningún lugar adecuado por lo que penamos por la carretera con bastante calor ahora y pocas ganas de continuar.

En el siguiente pueblo ya algunos no pueden más y paramos en una plaza al lado de la carretera a dormitar un poco. Los caparrones hacen que ni nos enteremos de los camiones que pasan a nuestro lado y, yo por lo menos, consigo quedarme dormido un ratito. 

Reanudamos la marcha. Son las 6 y poco de la tarde y nos quedan una jartá de kms. todavía. Vamos atravesando pueblos y el acumulado que llevamos de kms y horas me hace acordarme del sillín de mi nueva bicicleta. ‘Carlos, los experimentos con gaseosa. Con el viejo sillin de mi Orbea esto no estaría pasando’. Tengo el culo como un mandril. La llegada a Cenicero es eterna. Para colmo, al preguntar cuanto queda a un agricultor al que sobrepasamos nos dice ‘ no, no queda mucho… ¡Tó pa’rriba!’. Me hunde.

Por fin llegamos a Cenicero. Última paradita para hidratarnos y seguimos hacia Elciego. Reconocemos algunas bodegas a los lados de la carretera y otras totalmente desconocidas. También la de Marques de Riscal, el sol refleja tonos rosas con sus últimos rayos en su tejado ondulante, es un edificio bonito pero me resulta extravagante en medio de todos los viñedos y otras bodegas con construcción clásica.

Ya dentro del pueblo nos damos cuenta que va a ser complicado dormir. Es un pueblo grandecito. La plaza está con mucha gente yendo y viniendo, con sonrisas y mejillas coloradas que delatan que el aperitivo se ha alargado este Domingo en Elciego. Deben ser la 19:30 de la tarde y todavía estan recogiendo lo que parece haber sido una comida vecinal en la plaza.

El ayuntamiento sería un buen lugar, tiene un gran galeria cubierta, pero huele a pis. Entramos en el bar El Taller a gestionar la noche. El camarero, muy simpático, se ofrece a llamar al alcalde para ver si nos pueden dejar algún sitio para dormir. ¡oh¡ ¡Sorpresa! el alcalde no está en el pueblo. Nunca están cuando se les necesita. Siempre nos pasa lo mismo cuando llegamos a un pueblo y necesitamos su intervención para abrirnos algún lugar donde pasar la noche. En fin, decidimos quedarnos en El Taller para cenar, su dueño nos ha caído muy bien. Nos ofrece buenas raciones y lo mejor de todo, un vino excepcional tirado de precio. Acostumbrado a los sablazos en Madrid por el vino en copas, que te ofrezcan una copa de vino de marca totalmente nueva para nosotros, 100 veces mejor, por 1€ o una botella por apenas 9 (no recuerdo bien pero no creo que fuera mucho mas) es una gran novedad.

Buscamos el frontón para dormir. Sin duda nuestra peor noche. El frontón esta en medio del casco urbano del pueblo y los chavales de este pueblo trasnochan, no nos dejan dormir, son ruidosos. Imaginamos que al igual que a nosotros a los vecinos también les tienen que estar molestando, pero no se cortan y continúan dando balonazos, pegando voces hasta la madrugada. Y ya cercana la mañana los menos chavales llegando de marcha y seguimos con las voces y gritos. Después de una etapa tan larga y apenas podemos descansar. Una noche para olvidar.

Elciego - Sta Cruz de Campezo – 18-08-16. (40,5 kms)

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El camión de la basura nos ¿despierta?. Tengo la sensación de estar en una nebulosa del sueño que tengo. Mis compañeros no parecen estar mucho mejor y van recogiendo silenciosamente los bártulos un poco zombies todavía. Poco a poco van saliendo las primeras palabras y vamos entonandonos, el enfado por la noche pasada nos va espabilando. Está un poco nublado y la temperatura es agradable. Desayunamos en el bar un poco mejor que en días anteriores. Aquí por lo menos hay tostadas.



Nos encaminamos a Laguardia con las nubes intentando saltar la sierra de Cantabria al fondo. El haber madrugado hace que lleguemos muy prontito a la ciudad y todavía esta muy tranquila. Nos tomamos un rato para visitar este bonito pueblo muy cuidado, con estrechas callejuelas que recuerdan perfectamente su origen medieval. El olor a pan nos despierta otra vez el apetito y nos hacemos unos bocadillos que comemos en un mirador fuera de las murallas.

Reiniciamos nuestro camino ya un poco recuperados debido a nuestros dos desayunos de esta mañana. No hay duda que estamos en tierra de vinos, los viñedos flanquean nuestro paso por la carretera. El sol sale y empieza a calentar. 

En Elvillar, comprando pilas, soy testigo de una conversación surrealista sobre el suicidio de un conejo y me tienen esperando turno en la tienda casi 20’. La gente utiliza sus compras para socializar y hasta me enseñan una foto del conejito. Somos tres clientes y al final utilizo un silencio en la conversación para pedir mis pilas e irme.

La etapa no tiene mayores novedades, es muy cómoda y lo agradecemos después del etapón de ayer. Incluso nos planteamos la posibilidad de continuar mas allá de nuestro destino previsto pero decidimos darnos un descanso.

Ya en Santa Cruz de Campezo nos dirigimos a la piscina donde comemos algo (otra vez). El sonriente camarero del bar de la piscina incluso nos hace pan que tenía precocinado y congelado. No deja de reirse el condenao. Nos pegamos un bañito en la fantástica piscina del pueblo, repleta a estas horas de la tarde. Sesteamos, nadamos, alguna cervecita y ojeamos el inmenso frontón cubierto que hay al lado de la piscina. Con un poco de suerte eso será nuestro hotel de esta noche.

En el pueblo, sondeamos al camarero abertzale y dicharachero de la herriko taberna: no hay muchas más alternativas para pasar la noche salvo una ermita que esta en un alto y que funciona como alojamiento rural. En los alrededores seguro que podríamos instalarnos. Nos informa que el frontón que acabamos de ver esta a cargo de las chicas de la piscina. Empezamos un agrio debate sobre si subimos el alto o no, que dura 2 segundos y volvemos a la piscina. Allí tanteamos a la encargada tropical de la piscina quien al principio no cae en la cuenta que el frontón es un lugar ni que pintado para nosotros para pasar la noche y nos dice que no conoce ningún lugar donde poder ubicarnos. Terminamos por proponérselo directamente y no nos pone ninguna pega, le pide al camarero sonrisas que esta noche no cierre el frontón. Este ya esta un poco puesto con los cigarritos que le pasan unos chavales del pueblo que estan en el bar. Esperemos que se acuerde.

Cenamos bastante bien en la hamburguesería Oxido. La carne bastante jugosa y los vinos muy decentes. Una señora que sale del local se dirige a nosotros preguntando si nos había gustado la comida. Se identifica como la madre de las dueñas del local. Al ver que somos de Madrid intenta reivindicar todos los tópicos que se supone que tiene el Pais Vasco: un pais extraordinario, precioso y hospitalario. Incluso ofrece las camas que tiene vacías en su casa. Keko la cala enseguida, la pone a prueba y acepta la oferta. A la señora se le congela la sonrisa y que si no tiene preparada la casa, que si no tiene sábanas, que si la pilláramos en otro momento, que qué iba a hacer ella con tanto hombre en casa…. Keko no suelta la presa y le dice que no pasa ná, que en el suelo del salón también estamos bien, tenemos equipo y esterillas. La señora ya no sabe como recular y busca ayuda en la rodilla de Julio quien de momento permanece impasible. Finalmente, la hospitalaria euskaldún se sale por la tangente y consigue irse. No creo que se la ocurra otra vez ofrecer su casa tan falsamente.

El frontón esta oscuro y silencioso y la piscina ya cerrada y solitaria. Probamos la puerta y se abre, nuestro sonriente camarero no ha sucumbido a los humos del cannabis y se ha acordado de nosotros. Nos esparcimos por todo el local para pasar la noche que se adivina tranquila.


Santa Cruz de Campezo- Vta de Urbasa 19-08-16 (45,3km).

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Según estamos recogiendo aparece un operario del ayuntamiento a limpiar el frontón. Se sorprende al vernos y llama inmediatamente al concejal de turno a quien le calienta la oreja a protestas. El concejal llamará a su vez a la chica del bar según nos dice el barrendero, esperemos no haberla metido en ningún lío.

Desayunamos en la herriko taberna bastante bien. Es curioso, pero nos parece que en la taberna está la misma gente que había alternando la tarde anterior. Solo cambia la luz y el camarero, que ahora es una chica que se extraña al ver que le recogemos la mesa ‘se nota que son de Madrid, me han levantado la mesa. A los de aquí ni se les ocurriría hacer algo así’, le comenta a una chica a su lado.


Salimos del pueblo y vamos atravesando otros como San Vicente de Arana o Contrasta, pequeños y con iglesias considerables, dando fé de la importancia que debieron tener en el pasado. 


Nada que destacar en esta mañana excepto que se va presagiando un cambio de tiempo. Lentamente van apareciendo algunas nubes que de momento no tienen aspecto amenazador.

Llegamos a Eulate y aquí comeremos en un bonito bar un decente menú del dia. La chica que nos atiende no nos sonríe ni una sola vez, al contrario que a otros clientes del local. No sabemos si es defensa ante un posible comentario fuera de tono de un grupo de ‘chicos’ (Estamos todos en la cuarentena y casi algo mas) o que la chica es así de siesa con quien a primera vista le causa desagrado

Hacemos sobremesa en la terraza del restaurante charlando con los clientes habituales. Estamos cada vez mas al norte y se nota la afición a la bicicleta, enseguida salen temas en común y quien mas o quien menos tiene experiencia con la bici en alguna de sus modalidades.

















Continuamos hacía lo que será la gran atracción de la etapa : el parque natural de Urbasa y su espectacular Balcón de Pilatos. Nos apróximamos a él por una bonita carretera con unas cuantas herraduras. En cada una de ellas vamos viendo anticipos de lo que será la panorámica arriba. Dedicamos un buen rato sentados contemplando el valle, a veces comentando el espectáculo o simplemente dejando volar la vista.



Lo que viene después es un cambio de paisaje brutal, una zona de hayedos prototipo de lo que sería el escenario perfecto de un cuento de hadas, en algunas zonas tan cerrado que sobrecoge. No me extraña que este paisaje sea cuna de creencias mitológicas, de basajaunes y aquelarres con la diosa Mari de protagonista. Es un territorio misterioso.


La etapa llega a su fin en el camping de Venta de Urbasa, que afortunadamente tiene albergue por lo que nos ahorramos montar las tiendas. Además, y como se confirma mas tarde, las previsiones son de lluvia. Las instalaciones del camping son muy completas, aunque la habitación es un poco pequeñaja. Cenamos en el casi atestado restaurante del camping y poco más.

Venta de Urbasa – Ermita de Saturdi (Zaldibia) 20/08/2016 (32 kms)

Llueve. Desayunamos bastante bien en el restaurante del camping. Nos pueden las tortillas de patata que hacen por aquí (¿españolas?). Sigue lloviendo. Protegemos el equipaje y descendemos hacía Alsasua. Aquí somos testigos de una tradición que se dá de Mayo a Septiembre en la parroquia de la Asunción. Durante 15 ó 20 minutos a las 12, las campanas inician un repiqueteo interminable que anunciaba en el pasado la hora de comer a todos los campesinos que se encontraban trabajando en las tierras de alrededor, según nos informa un vecino del pueblo. La tradición era muy antigua, pero se había perdido al pasar a ser Alsasua un pueblo más industrial. La han recuperado no hace mucho.

Dejamos Alsasua un poco mareados de tanta campana e iniciamos un tramo paralelos a la autopista alternando lluvia y calma chicha. La temperatura es muy agradable por lo que la lluvia no nos incordia demasiado, aunque después de una hora y pico paramos en un bar a pié de carretera donde nos tomamos un caldo ‘¡redios!’ en palabras del dueño del local. A todos nos encandila la hija del dueño, demostrando que una persona puede  ser atractiva no solo por su físico si no también por la simpatía y lo encantadora que se sea. El contraste con la camarera de Eulate con su fisico como aliado es de goleada a favor de esta chica.

La carretera es tranquila y sin grandes desniveles por lo que, a pesar de la lluvia, nos cunde bastante. Alternamos pueblos con grandes poligonos industriales y paisajes de postal. 




A la hora de comer estamos en Zegama y buscamos sitio para hacerlo. A la entrada del pueblo nos encontramos una curiosa estampa que al principio tomo por una de esas esculturas de personas en actitud cotidiana que se pueden encontrar en algunas plazas, pero que según nos acercamos se torna real. Toda una adaptación al medio. Puede que caigan unas gota, puede que haya sol… ¡Solucionado¡ 

Hay varios bares, pero el único que dan de comer está a rebosar. Algunos han tirado para delante y les hacemos volver porque un paisano nos avisa que es el único sitio en unos cuantos kms. No quiero recordar las palabras de Julio al verse obligado a desandar los 2 o 3 kms que había recorrido. Una vez juntos comprobamos que el precio del menú es de boda, nada asequible. La  mirada de Julio nos fulmina al decidir continuar sin comer hasta encontrar un sitio mas acorde a nuestra economía. Al menos es cuesta abajo y además hay carril bici. Decidimos meternos en Segura y allí encontramos el hotel Izama, con una coqueta terraza donde decidimos parar a preguntar. De nuevo el precio del menú es exagerado, es fin de semana y todo está multiplicado. Como está vacio les proponemos lo de siempre, que nos permitan comer de lo nuestro en la terraza y les pediremos la bebida. Un ligero titubeo pero menos es nada. Nos permiten quedarnos y la verdad que disfrutamos de un buen rato
en la magnifica terraza bebiendo vino y consumiendo patés, queso Idiazabal y  embutidos que habiamos comprado por el camino.
















Después de descansar un ratito atravesamos el pueblo que es una pequeña maravilla de casas y palacios blasonados. Es curioso como el azar de encontrarnos en este punto a la hora de comer y el no haber encontrado un sitio donde hacerlo previamente, nos hizo conocer este bonito lugar. Probablemente hubiéramos pasado de largo ya que el carril bici y la carretera lo dejaban a un lado. Seguimos adelante, atravesando ahora pueblos mas grandes, ciudades mas bien, donde se ve que la economía funciona. Algunos equipamientos, como los frontones, son casi lujosos; las plazas cuidadas; en las afueras poligonos industriales con carriles bici y las carreteras bastante transitadas. Lazkao, Beasain, Ordizia, apenas hay transición entre ellas.


A kilometro y medio de Ordizia entramos en Zaldibia y parece que entramos en un mundo mas rural. La plaza, grande con un frontón al fondo y al lado una iglesia con galeria, ideal para dormir. Unos botellines en la plaza nos hacen cambiar de opinión. Los chavales que hay a nuestro lado nos hacen sentir incomodos; con toda su estetica abertzale y las miradas de reojo, nos hacen desconfiar sobre la idea de dormir expuestos a todo el mundo. La gente mas adulta, al contrario, se muestra mas amable y con la indiferencia que nos gusta. Decidimos subir a la ermita a la que teníamos planeado llegar. Esta aislada del pueblo en un alto con un par de caserios alrededor. El sitio es ideal. Después de hablar con los dueños del caserio de al lado para informarles de nuestra presencia, nos desplegamos en el soportal de la ermita. Keko y yo volvemos al pueblo a por un par de botellas de clarete. Keko nos deja mañana. Ha decidido volver y se quiere despedir como dios manda. Cenamos con charleta y buen ambiente animados por el vino, alegrándonos de haber subido hasta esta ermita que es el paradigma de lo que siempre buscamos para pernoctar. 


Ermita de Saturdi – Lekunberri 21/08/2016 (44,3 kms)

Para redondear nuestra decisión de pernoctar en la ermita, un precioso amanecer brumoso nos da los buenos días. Tomamos alguna barrita y enseguida empezamos a pedalear. Vamos subiendo al alto o campa de Larraitz observando como va deshaciéndose la niebla a medida que sube al sol, descubriéndonos poco a poco el bello lugar que transitamos, dando paso a una mañana brillante y cristalina. Un soberbio pico se va apareciendo a nuestra derecha y se termina mostrando completo cuando llegamos a Larraitz. Desayunamos aquí y nos interesamos por ese pico y por el lugar: ‘¡Pues que va a ser!…¡ El Txindoki joder ¡ .. nos informa el dueño del bar donde hemos parado. Nos mira como si fuéramos de otro mundo por no conocer el sitio donde estamos. Ya de manera mas tranquila, otro ciclista nos informa que el lugar es un sitio clásico del montañismo vasco, punto de entrada a la sierra de Aralar  y así lo demuestran los coches que van atestando el lugar.



Salimos de allí y atravesamos el coqueto pueblo de Abaltzisketa que tiene toda la pinta de vivir del vecino Txindoki. Vamos un poco espoleados por Keko que tiene que llegar prontito a Lekunberri, donde le recogerán.  Al inicio de un pequeño alto se despide, va a hacer la etapa en la mitad de tiempo que nosotros. Nos viene grande el Keko. Le noto a partes iguales contento y triste por dejar el viaje antes de terminar, pero convencido de que es necesario regresar. Lo realmente importante es haber compartido aunque sea parte del trayecto. No se lo ha perdido aunque ahora tenga que interrumpirlo.

Atravesamos un par de pueblos de postal vasca, en uno de ellos, en Altzo, somos testigos de una bonita estampa. Dos niñas de unos 10 años estan jugando pelota contra la pared de la iglesia con sus manos desnudas. El tamaño de sus manos indica que no es la primera vez que lo hacen y de vez en cuando interrumpen su juego para hacerse confidencias al oído, como he visto hacerlo alguna vez a alguna de mis hijas cuando eran mas pequeñas, solo que ellas jugaban con sus muñecas. 

Después de un pequeño descenso llegamos a una carretera en muy buen estado y con poco tráfico, paralela al río Araxes, sin desnivel y muy agradable de rodar. Tiene también mucho transito ciclista que nos va saludando cuando se cruza con nosotros. Vamos buscando ya donde comer, es Domingo y ya hemos comprobado que será difícil comprar pan. Paramos en un bar, pero el dueño nos dice que está completo y que probemos en el siguiente pueblo aunque augura que será lo mismo. Es domingo y los locales salen fuera a comer. Nos vende unas barras de pan por lo menos, que nos servirán en caso de emergencia. El siguiente pueblo es Betelu y el bar-restaurante está a reventar de gente tomando el aperitivo. La señora encargada nos dice que imposible, lo tiene todo alicatao. Nos quedamos a tomar una cerveza antes de irnos y una mesa queda libre a nuestro lado. Al vernos sentados la señora aprovecha y, como si no nos hubiera dicho que era imposible, nos pregunta si al final hemos decido quedarnos a comer. Pues aprovechamos nosotros también y comemos cómodamente. Nada del otro mundo, pero hoy no teníamos gran cosa en las alforjas y lo agradecemos.

Betelu es famoso por sus manantiales y tiene un área recreativa con un pequeña piscina natural llena de enormes árboles que proporcionan una sombra super acogedora. Allí tiramos nuestras esterillas y nos pegamos una pequeña siesta reparadora. Después de estos días en viaje, cualquier lugar que reúna unas mínimas condiciones nos parece ideal.

Quedan pocos kilómetros para terminar, pero lo que queda es un pequeño puerto, por lo que tampoco alargamos mucho la siesta. Lo iniciamos con buen talante y pronto lo superamos. Tiene alguna rampa seria pero Keko nos lo había pintado peor en un whasup y se nos hace relativamente fácil superarlo. Solo queda el descenso y entramos en Lekumberri donde dormiremos en el camping que cuenta con albergue. Es el inicio de la via verde de Plazaola y, aunque no está lleno, se nota que es un gran atractivo turístico y el camping está con ambientillo. 

Una vez instalados, nos damos una vuelta por este coqueto pueblo lleno de casonas blasonadas y una bonita iglesia.

Muchas de estas casonas están abandonadas y su deterioro es evidente, pero otras continúan habitadas y hablan de lo próspero que debió ser este pueblo en el pasado. Cenamos en un bar del pueblo, sin pena ni gloria, y regresamos al camping a dormir. A pesar de lo angosto de nuestra habitación, siempre que dormimos en un albergue se nos antoja un hotel. Cambiar el suelo y la estrechez de la esterilla por un catre ligeramente mas ancho pero mullido es un lujo asiático. Dormir a la intemperie tiene sus atractivos si el tiempo acompaña, pero a la segunda o tercera noche se agradecen las comodidades, aunque sean mínimas, de un camping.

























Lekunberri-Zarautz 22/08/16 (74,8km)

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Descansados y bien desayunados esta vez, enlazamos la via verde de Plazaola. Nada más empezar nos sorprende con sus túneles, los artificiales y los naturales. La vía va encajonada a veces entre talúdes cubiertos de vegetación que desembocan en túneles que atraviesan cerros, y así repetidamente durante los primeros kilómetros. Después solo queda la sucesión de túneles artificiales. Atravesamos un montón, tengo el track del gps cortado en 16 fragmentos, que corresponderán a otros tantos tùneles. Los largos, porque atravesamos muchos mas. Unos iluminados y otros no, por lo que se hace indispensable llevar luces. Y así pasamos la mañana, haciendo fotos del paisaje que rodea a esta magnífica via verde y encendiendo linternas.

Se nos echa el día encima y con cierto retraso paramos a comer, ya hambrientos, en una preciosa área recreativa a las afueras de Andoain. Los últimos 15 o 20 kms los hemos pasado buscando un sitio donde comer y no lo encontramos hasta casi el final de la via. Nuestros culos en carne viva agradecen la pausa. Las maquinas expendedoras del area recreativa tienen cerveza y helados. Ni que fuera un restaurante vamos. El rumor del agua,  la acogedora sombra de los arboles y el césped invita a la siesta, esta vez ni siquiera acordamos dormir un poco, simplemente nos acoplamos donde podemos e invertimos un rato en ello.


Atravesamos Andoain y sus poblaciones anexas, por una carretera repleta de tráfico y estrecha pero ya estamos en pleno Pais Vasco y aquí nadie se impacienta con nosotros, simplemente esperan para rebasarnos sin más. Aquí están acostumbrados a convivir con la bici. Sabemos que nos espera un alto que a priori y sobre el papel no es duro. Empezamos a subir y afortunadamente en esta carretera hay menos coches, pero los kilómetros pasan y aquello no termina. Vamos separándonos, cada uno a su ritmo y cada curva y reviraje parece señalar el fin. Pero no. Seguimos ganando altura y la carretera se enrosca sucesivamente en una ladera nueva. Cuando no parece tener fin, la pendiente suaviza y allí paro junto con Chema al lado de un murete. Un vistazo en uno de los entrantes nos descubre una nueva área recreativa cubierta de césped y mesas. Una fuente al fondo nos llama solitaria y allí vamos a mojarnos. Aparecen el Moreno y Julio y de Sergio ni rastro. ‘Se ha rallado’, así nos lo dicen los dos, ‘está ahí adelante, cabreado con el mundo’. La verdad es que le comprendo, no nos esperábamos esta subida, ha sido un puerto en toda regla. Estamos en el parque natural de Pagoeta y es un sitio bonito y agradable por lo que pasamos un rato recuperandonos. Es lugar de transito ciclista y alli estamos viendo pasar a unos cuantos.

Nos reunimos con Sergio e iniciamos el descenso hacia Aia. Nos queda poco y cuesta abajo y además ya vamos olisqueando el mar. En Aia, desde un rincón al lado de la carretera lo divisamos entre colinas. Vamos a terminar la etapa en el mar y eso nos emociona, nos eleva la moral que habíamos perdido en la subida a Pagoeta. Descendemos hacia Zarautz con mas tráfico según nos acercamos a la ciudad y buscamos el camping. Enseguida lo encontramos, nos pilla prácticamente de paso. Preguntamos al chico con walki que hace guardia en la entrada sentado en una silla de bar. Con aire chulesco, con desden, nos mira de arriba abajo y con una mueca nos da a entender que va a intentarlo, pero que lo mas seguro es que no haya sitio. Se comunica con alguien mas.. ‘Esperad’…………………………..’Habéis tenido suerte, acercaros a la caseta’

La parcela está bien y el camping atestado, todo gente joven, nada que ver con el turismo familiar de otros camping. Casi esta haciéndose de noche y nos damos prisa para acercarnos a la playa, tenemos ganas de pisarla. ¡Buena elección!  La playa es estupenda y todavía queda mucha gente viendo el atardecer y surfeando, no nos lo pensamos mucho y nos remojamos en un mar con olas y divertido. Allí Chema vuelve a hacer alarde profesional y consigue una magnífica foto con mi móvil. Impresionante lo que se puede hacer con una patata.  

Después de ducharnos, nos acercamos a Zarautz a cenar. Nos damos un buen paseo, ya que el camping está algo retirado del centro. Nos decepciona el pueblo, nos lo esperábamos algo mas pintoresco. Cenamos de pintxos con la percepción de que están dejando de ser algo popular, hay que dejarse los euritos para comerse cuatro o cinco y no quedarse con hambre.

Volvemos a dormir al camping y nos sorprende que todo el mundo esté durmiendo a pesar de estar poblado de gente joven. Llegamos a la conclusión de que el objetivo de toda esta gente es únicamente surfear y es un deporte exigente que requiere descanso. El ciclismo también lo es, por lo que no nos entretenemos mucho.

Zarautz-Donosti 23/08/16 (28,2km)

Track

Levantamos campamento y nos vamos a desayunar al bar del camping.

La última etapa. El hecho de saberlo creo que nos despierta las ganas de terminar este viaje y nos pone contentos porque sabemos que hoy es el día que esto acaba. Julio dice que cuando estas en medio del viaje podrías estirarlo muchos dias: levantandote, pedaleando, comiendo, vuelta a pedalear y a dormir. Asi jornada tras jornada, te metes en una rutina en la que te da igual cuantos dias lleves y podrías alargarlo lo que quisieras. Los momentos mas intensos son la etapa inicial ó incluso el segundo dia, en la que hay una mezcla de sentimientos negativos y positivos: te preguntas que haces ahí durmiendo en el suelo; o estas medio eufórico por lo que te pueda deparar el viaje; y tambien la etapa final, contentos por acabar sabiendo que al dia siguiente vas a cambiar de compañías y vas a descansar en al menos un lugar conocido y confortable.

La salida de Zarautz es de lo más estresante, hay mucho tráfico y es cuesta arriba. Aunque pronto vamos a enlazar con un carril bici que hará mas tranquila nuestra marcha. Esta gente del norte, de Euskadi, nos lleva años de diferencia a los castellanos en esto entender la bici como medio de transporte. Zarautz-San Sebastian prácticamente es carril bici. Al poco de dejar Orio ya enlazas con una via ciclista que nos dejará en Atzobakar, donde en la estación de tren y después de pasar al otro lado de las vias utilizando un ascensor y una pasarela, tomaremos un carril bici propiamente dicho hasta Donosti.

Pedaleamos unos kilómetros tranquilamente y al poco desembocamos en la playa de la Concha, abarrotada hoy debido al buen tiempo. Nos hacemos alguna foto y  nos contagiamos del buen ambiente que se respira en el paseo marítimo. 

Vamos en busca del hostel discutiendo si es mejor comer antes o después, si nos tomamos ahora una cerveza o luego, si nos duchamos antes o después de comer….. ¡vaya polémicas trascendentales!. Damos con el hostel y a la vez algunos indagan donde comer preguntando a los nativos. Unos abuelotes nos recomiendan un pequeño restaurante después de discutir entre ellos si otras opciones están cerradas por vacaciones o han cambiado de dueño y ya no es lo que era. Nos quedamos con la dirección y llegamos mas o menos al acuerdo de descargar bicis y salir después a comer. La recomendación de los abuelotes resulta ser un acierto y comemos divinamente en el restaurante.

Visitamos la playa, nos bañamos y vamos de pintxos. Esto de los pintxos tiene toda la pinta de haber degenerado en una industria turística y de haber perdido su esencia. Cenar así nos sale por un ojo de la cara y además estamos rodeados de guiris (nosotros incluidos) y ni un donostiarra reconocible. Encima solo algunos de los pintxos nos sorprende. Sospechamos que la zona auténtica de pintxos se ha trasladado a otra parte de la ciudad y esta está llena de chavales medio borrachos devorando canapes esperando que llegue la hora de tomarse algunas copas. Estamos un poco fríos de ánimos, ya nos ha pasado en otros finales de viaje. Cansados y un poco hartos de nosotros mismos y con ganas de volver: unos para empezar las vacaciones; otros para volver a su rutina habitual o simplemente por estar en casa sin tener que estar buscándote la vida. No será hasta dentro de unos dias, por lo menos en mi caso, cuando empecemos a recordar el viaje con nostalgia de lo bien que lo hemos pasado y de ser conscientes de lo visto y lo vivido.

Por la mañana recogemos y cargamos bicis y equipajes. Sin problemas. Ya tenemos experiencia y pedimos los coches apropiados para que nos quepa todo. En la parada que hacemos para comer nos despedimos ya que nos hemos dividido dependiendo del destino. La prueba de que todo ha ido bien entre nosotros y de que el viaje nos ha dejado buen sabor de boca es que a la vez que nos despedimos ya estamos fijando una fecha para quedar a comer en las próximas semanas incluso alguno ya tiene una idea de cual podría ser el viaje del año siguiente.

Nada más. Esto es el final de esta crónica que escribo fundamentalmente para volver a ella en meses o en años venideros, cuando el viaje se va difuminando en mi cabeza y solo queden presentes algunas anécdotas que, no se con que criterio, se habrán fijado en mi memoria. Pasa que, según pasa el tiempo, mezclo los recuerdos y viajes, atribuyendo unos a otros sin pertenecer a ellos. Esto también les pasa a mis amigos cuando durante el invierno charlamos sobre lo vivido.  Comentamos algo que creemos que pasó este año cuando en realidad pasó hace dos. O tres. O incluso no recordamos en cual de los viajes ocurrió. Me gusta releerlo de vez en cuando. Y revivirlo tal cuál creo que fue. A la vez, al publicarlo en un blog también quiero que trascienda a otros que pueda resultarles útil, destinatarios improbables seguramente, porque esto de los blogs es como lanzar un mensaje en una botella en el océano. Puede que llegue a alguien, pero probablemente no.


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